viernes, julio 22, 2016

Paris sera toujours Paris

Nunca fue mi sueño de la vida venir a París, pero la vida me trajo aquí (y a Louvain la Neuve) en 2014, para hacer una estancia corta de investigación. Casi no hablaba francés (sigo hablando poco y mal, btw), tenía una beca en pesos mexicanos que se hacía increíblemente chiquita cuando se convertía a euros y no conocía gente por estos rumbos. Para colmo, me lastimé un tobillo en la segunda semana de estancia y me tuve que chutar una atención médica deficiente y dos semanas de la ecuación férula + escaleras y laberintos de las estaciones del metro + la poquísima o quizás inexistente solidaridad de los parisinos.

Mientras arrastraba mi patita bandola, empecé a ver a quienes iban a la misma velocidad que yo, es decir, a los viejitos. Alrededor de la CitéU que fue mi casa esas semanas, había muchos viejitos con la vida económicamente resuelta, pero con otras necesidades. Estaban solos, algunos enfermos, con problemas de movilidad... y yo, que he pasado mucho tiempo sola y he sido muy feliz sola, empecé a preguntarme si quería llegar sola a esa edad. Tuve que venir hasta acá para descubrir un miedo a la soledad que no sabía que tenía.

No sé si fue por todo lo que aprendí, por la gente linda que conocí o porque esta ciudad -a su modo- es adorable, pero se convirtió en mi casa. Ha pasado poco más de un año y medio y, al planear un viaje ñoñísimo a Viena y Leicester, sentí la necesidad de estar aquí, como si se tratara de volver a casa. Paris sera toujours Paris...

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