Bendita la hora en que la menor de las Márquez se fugó con un hombre, sin pasar por el santo matrimonio; grave pecado para su familia y para el pueblo.
Bendita la hora en que ese hombre se dio una segunda oportunidad, siete años después de haberse separado; aunque "eso no lo mandaba Dios", según unos cuantos.
Bendita la hora en que ellos hicieron de la unión libre la única ley y asumieron los riesgos que esto implicaba.
Benditas las muchas peleas que hubo, porque significaron la emancipación de ella, no sin miedo, como también las rupturas que él tuvo que hacer con las ideas machistas que muchas generaciones le habían heredado.
Benditas las muchas tazas de café que consumieron día tras día, durante 24 años; benditas las muchas palabras y los muchos silencios que compartieron al calor del café.
Benditos ellos, mis papás, porque sus decisiones (para muchos erróneas) me permitieron no tener prejuicios frente a distintas formas de asumir el amor y el compromiso, porque me enseñaron que el valor no estaba en las apariencias y porque me permitieron ser libre... tal vez más de lo que en muchos momentos estuve dispuesta a aceptar.