"Amor se llama el juego en el que un par de ciegos juegan a hacerse daño", dice una canción que alguien puso para mí alguna vez.
En un lugar muy frío, hubo alguien que me enseñó lo que significa renunciar a algo para que el otro lo tenga.
Aquel año interesante, él me dejó claro que se enamoró de mí por quien soy, no por cómo me veo.
Quizá febrero de 2015 pase a la historia como un tiempo en que el pasado parece empeñarse en aparecerse en el presente.
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