El reencuentro, el abrazo, la caminata en busca de restaurante, la comida, la brecha generacional (“como que aquí la gente no se ve de nuestra edad”), todo me encantó… y más me encantó volver a verte, hablar contigo, reír contigo. Gracias A. por la amistad que no sé si siempre estuvo ahí, pero que ayer estuvo aquí; gracias por esas horas, cuasi bonaerense, “hoy que los huesos crujen por las humedades, tu sonrisa inolvidable me hizo tanto tanto bien”.
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