domingo, noviembre 20, 2011

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No me gustan los desfiles. Durante años he dicho que me opongo a toda la onda quesque patriota, pero superficial e irreflexiva, en torno a la Independencia, la Revolución y demás; y también que me parece incongruente que, si esas luchas iban contra lo establecido, ahora se desfile frente al presidente o gobernador, cual si se le tuviera que rendir culto. Quizá la razón por la que no me gustan los desfiles es, en realidad, porque la única vez que desfilé, me fue muy mal: Oh, sí, ahora lo recuerdo, corría el año de 1993 y yo iba en el (¿cómo dicen quienes comentan los desfiles en televisión?) contingente de la Secundaria Técnica número 1, en la porra (aunque yo ni porrista era). Hacía mucho frío, pero nuestro ilustre profesor no nos dejó llevar las chamarritas del uniforme deportivo... corte a Dorix con broncas respiratorias terribles.

Como sea, hoy terminé accidentalmente en el desfile (eso de ir al centro, en mañana de 20 de noviembre, sin recordar que es 20 de noviembre, es un episodio más acerca de mi noción del tiempo) y he de confesar que me emocioné cuando vi pasar al "contingente" de la UAA.

Gracias a estas porristas tan primaverales, recordé mi episodio de frío en el 93.

El gallito musculoso en ceremonia de graduación (mascota de mi universidad, por cierto) es surreal.
Ya sé que la foto está fatal, pero la pantallita del celular experimenta problemas de visibilidad bajo el sol del mediodía.

Algo muy grave va a pasar en este pueblo, últimamente todo me conmueve.

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