La semana pasada, Ricardo me contó que Juan Pablo tenía cáncer. Hoy supe que ha muerto y sigo sin poderlo creer. Nunca fuimos amigos de uña y mugre, por eso me da penita aparecer en su funeral, del cual, por cierto, quedan como 50 minutos. Como sea, recordaré siempre el episodio de la calle 5 de mayo, con esas palabras que se incrustaron en mi mentecilla retorcida. Recordaré también su gesto duro, su rebozo y su amor por los gatos.
Descanse en paz, Juan Pablo.
Me robé esta foto del muro de Irving Figueroa.
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