Los treinta y dos llegaron mientras volaba escapando del frío. Celebré con una botella de tinto, en algún hotel de un lugar donde el invierno se vive a 28ºC. Perdí la batalla contra el sol, comprobé que mi capacidad de asombro sigue viva, le di la vuelta a la península, comí como si no hubiera mañana, tomé como 1500 fotos y regresé a casa. En suma, los treinta y dos llegaron mientras hacía lo que me gusta: viajar. Qué felicidad.
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