Una evidencia empírica de cuando el exceso de trabajo hace estragos en mí es el tiempo que tardo en retocarme la raíz del tinte. Me he pintado el cabello religiosamente desde que tenía 19 años, ahora tengo 31. En momentos críticos, he tardado un par de meses en retocar la raíz y mi cabellera se convierte en algo tricolor, con castaño oscuro monísimo, rojo decolorado rarísimo y las canas que nunca son invitadas pero siempre llegan. Esta vez tardé tres meses. Eso es malo, muy malo, requete malo.
Como sea, haber regresado a la cabellera roja debe ser una evidencia empírica de que estoy retomando las riendas de mi vida y que por fin he organizado un poco mi maraña de actividades. ¿Será?
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