sábado, abril 10, 2010

en eso de conectar puntos...

Justo al terminar de escribir el otro post, llegué, vía Juanes, a este video:



Quizá eso que dice Steve Jobs era justo lo que necesitaba escuchar para volver a conectar puntos en mi propia vida.

wind of exchange

Las cosas no tienen por qué ser siempre iguales y hay mil maneras de cambiarlas. Quizá el punto de partida es atrevernos a ser un poco más creativos en lo que hacemos cotidianamente. He aquí unos cuantos que suelen crear y crear y crear.

De entrada, Synergy Brass Quintet. Yo no sabía que me gustaban los quintetos de cuerdas... hasta que fui a un concierto de estos monos, en el Festival de Música de Cámara. Vaya que tienen talento musical, con una gran dosis de buen humor.



A los que no he visto en vivo (y me encantaría) es a Filharmonia Dowcipu. ¿Aserejé y Dragostea din tei con cantantes de ópera? ¿Carmen rockera? ¿Wind of exchange con bailecito incluido? Todo es posible.









Y los reyes de la creatividad, creo que son The Vegetable Orchestra; no hace falta decir por qué. Hace tiempo ya había colocado el mismo video en este ilustre blog, pero no deja de soprenderme todo lo que hacen con simples vegetales.

viernes, abril 02, 2010

sólo tenemos que reconocernos...


Cristo con la Cruz, por El Bosco
José Emilio Pacheco

Con los ojos
cerrados y serenos,
la barba de tres días
y sobre todo
la corona de espinas,
Cristo soporta el peso
de su martirio.
Y dice a las mujeres que lloran:
Llorad por vosotras mismas
y vuestros hijos.

No hay más sangre
que una herida en el cuello,
fruto del roce
con la cruz pesadísima
que un soldado encaja
en los hombros del Galileo.
Van al Lugar de la Calavera.
En hebreo se llama Gólgota.

Cristo es el centro del cuadro,
quizá no su motivo más importante.
Porque tal vez El Bosco no se propuso
(¿cómo saber sus intenciones?)
pintar otro retable de la Pasión
sino darnos la imagen
del Mal según aflora en el rostro humano.

El tema del rostro
es el eje de este siniestro cuadro hermosísimo.
Verónica retira el paño corriente
en que sudor y sangre imprimieron
para siempre el Divino Rostro.

Pero devora la obra
la multitud de caras terribles.
Barrabás forma la O de un aullido.
Un vómito de furia se derrama
por la boca de un monstruo ya desdentado.
La ira calcina a otro bufón malévolo
y sus labios dibujan estas palabras:
“Si eres el Rey
de los Judíos, ¿será posible
que no te salves a ti mismo?
¿A quién pretendes salvar
si no te libras del tormento y la injuria?”

De improviso rompe las épocas
la presencia de un dominico.
Aliado
a un dignatario adusto,
cara de pato,
amonesta al Ladrón ya muerto.
(Nadie como Hyeronimus van Aeken llamado Bosch
logró pintar ese color plomizo
que a cierta altura de la corrupción
se apodera de los cadáveres.)

Y a la orilla del cuadro los que dan voces:
Crucifícalo, crucifícalo.
(No son los habitantes de Judea.
El Bosco retrata
las danzas medievales de la Muerte
y los demonios más que humanos de Flandes.)
El goce brutal
de quienes piden más y más sangre.
El canalla estremecido de dicha
ante el presente y el futuro martirio.

Y los dos que se asombran.
Nunca sabremos
de qué se asombran.
Pero sabemos en cambio
que sin saber de nosotros
el implacable Bosco nos pintó en este cuadro.

Sólo tenemos que reconocernos.