martes, diciembre 30, 2008

dosmilocho




Un año más / Ana Torroja

No toco el piano ni hablo japonés. Y según mi lista de propósitos para 1996 (mueran de risa, 1996), ese año me iba a dedicar a aprender por lo menos lo básico de ambas cosas (y también a cursar mis últimos meses de secundaria y buscar prepa y shalalá, shalalá, shalalá). En un año duplicaré la edad que tenía entonces y todavía no me digno a cumplir mis viejos propósitos, ni ésos ni los de otros años; tal vez por eso dejé de hacerlos. Vaya, no voy por el mundo a la deriva, tengo un proyecto de vida concreto, pero he dejado mi vieja costumbre de planear todo con anticipación, con tiempo estimado e instrucciones de qué hacer en caso de emergencia; al final de cuentas, mucho de lo que vale la pena, ocurre sin haber sido planeado (y de lo que no vale la pena también, pero ya ni pex).

Para 2008 no estaba entre mis planes acumular más canas ni descubrir los primeros asomos de arrugas (cierto día fui a comprar maquillaje y me dieron muestras inositol vegetal “para las primeras líneas de expresión”, ji ji). Tampoco estaba entre mis planes que tronara el disco duro de mi lap en septiembre (con la cuenta regresiva de la tesis y con respaldos que llegaban hasta dos semanas antes, susto de la vida) y mucho menos que tronara mi mano víctima de tendinitis (¿y la tesis?, bien, gracias).

No estaba entre mis planes regresar tan pronto a trabajar a mi alma máter, pensaba regresar en enero de 2009 y regresé en enero de 2008. Y ni siquiera pasaba por mi mente que gracias a la invitación de Alex iba a ser parte de los fundadores de una AC de científicos sociales. Claro que por supuesto que desde luego que no fue planeado el stand by en que El Cafecito cerró el año, pero ante el exceso de trabajo, no hubo otra opción.

Tampoco había un plan para soltar a mis fantasmas de toda la vida y no lo había porque ni siquiera era consciente de que cargaba con ellos. De hecho, no fue planeado que Frank se convirtiera en un gran amigo en pocos meses, pero fue él quien me hizo reaccionar y me acompañó en el caminito de cortar hilos y dejar ir fantasmillas. El encontronazo me hizo muy difícil una buena parte de este año, pero pude declararme libre de odios y fui (y soy) muy feliz.

He ido a 29 funerales después del de mi papá (no todos en 2008, sino de 2003 a 2008); sobra decir que tantos muertos y tanto dolor ajeno que remueve el propio tampoco estaban en mis planes (y a eso le di vueltas una y mil veces, sobre todo con Caro). Tal vez el que menos se me hubiera ocurrido fue el de la mamá de Ricardo: misma funeraria, misma sala de velación y caja idéntica a la de mi papá. Esto no lo había contado, pero cuando llegué a Jardines del Tiempo (ahora Gayosso) ya sentía como feíto; cuando vi que era en la sala H sentí más feíto, pero me armé de valor y llegué a la sala; cuando entré y vi una caja exactamente igual, algo se me desbarató por dentro y me fui a refugiar al mismo sillón donde aquella vez Enrique se preocupaba porque mis manos estaban frías y donde Isa y yo dormimos unos minutos mientras Erik nos cuidaba.

Ya que estoy instalada en el melodrama y en las pérdidas y en las despedidas, se veía venir desde el año pasado, hubo amistades que no resistieron el tiempo. Mucha responsabilidad tengo yo en ello, mucha hay del otro lado también. El punto es que las despedidas no dichas no me hacen feliz.

Claro que no todo fueron pérdidas, inesperadamente me reencontré con unos parientes en San Luis Potosí (y de paso, me reencontré con la Dorita que para ellos no he dejado de ser) y con unos cuantos amigos que hace tiempo no veía. Y eso sí que me hizo muy feliz.

2008 fue un gran año. Volví a vivir en Aguas, mi mamá se volvió a acostumbrar a mí (y yo a ella, ji ji), mi gata me volvió a querer y mi perro siguió tan fiel y travieso como siempre. Empecé el año con un amorcillo tan intenso como fugaz a algo así como 8000 kilómetros de distancia (oh, sí, “um beijo seu e eu vou só pensar em você”), deambulé en mis usos y costumbres del no-compromiso (y leí algo que podría ser mi biografía en Amor líquido de Zygmunt Bauman) y terminé el año (as usual) con cuestionamientos, porque las ilusiones se pelean con las resistencias y los deseos con las telarañas mentales (oh, sí, soy una cursi de clóset).

Terminé la maestría, terminé la tesis, sobreviví al coloquio (y eso vaya que merece festejarse), estuve en un par de congresos, conocí mucha gente, trabajé mucho. Paradójicamente, me alejé de la Iglesia y me acerqué a Dios. Hacia el final del año, volví a integrarme a los usos y costumbres de mi mamá, de salir a comer y hacer compras los domingos. Y uno de esos domingos, mi casa se volvió una cantina, con mariachi incluido. Por cierto, ni se me nota, pero he perdido cinco de los ene kilos que gané desde la rotura de un ligamento.

En resumen, ha sido un gran año. Y de mis propósitos del 96, todavía puedo aprender a tocar el piano, he de decirle a mi sobrino prodigio que me instruya; también puedo aprender japonés... algún día, ji ji.

Y para el año que inicia, Confianzas, el poema de Juan Gelman, musicalizado por Gotan Project (quienes ya leyeron mi tesis, saben qué hace aquí ese poema; quienes no, avisen y pronto la tendrán).


domingo, diciembre 28, 2008

rema, rema, rema

Buen viaje, Frank.



Al otro lado del río / Jorge Drexler

viernes, diciembre 26, 2008

sinuoso camino de asfalto

En estos días de pseudo vacaciones he dejado un poco mi costumbre de vivir en taxi para caminar y he caminado mucho, hacia el centro, hacia el norte, he olvidado la prisa y no he perdido la compostura en las compras de pánico del 24, me he quedado embobada contemplando a la gente que corre en Altaria, en Galerías, en el Centro y en todos lados, yo siempre soy una de ellas, pero no esta vez. ¿Serán las vacaciones? ¿Será la edad? ¿Será la urgencia de bajar la velocidad? Sea lo que sea, ha sido genial redescubrir mi ciudad, descubrir que no conozco el Templo de Nuestra Señora de Bosques cuando me preguntan en la calle, que hay una cochera con muchos perros adorables en una casa que nunca había visto a pesar de las ene veces que paso por ahí, que hay restaurantes y barecitos que muero por conocer, que respirar el aire ya medio nefasto de Aguas sigue siendo lindo y que vivir sin prisa es la onda.

adeste fideles

Y, por cierto, feliz Navidad :D

jueves, diciembre 25, 2008

¿dónde carambas está Mr. Darcy?, ji ji ji


No se me había olvidado cuánto me gusta Pride and prejudice, pero Caro se ha encargado de recordármelo.
Ya lo sabía, Doris Elizabeth Bennet soy.

domingo, diciembre 21, 2008

antes que acabe el día...

Nuestra conciencia del tiempo se rige por el número de años que hemos vivido.
Cuanto más jóvenes somos, tanto más largo es un año, y también una hora o un
día. Cuando tengo cinco años, un año es una quinta parte del tiempo de mi vida;
y cuando tengo cincuenta años, un año es una de las cincuenta partes de mi vida.
Esto cambia cuando envejecemos y comenzamos a contar ya no desde el nacimiento,
sino desde la muerte. Entonces los años imperceptiblemente se hacen de nuevo más
largos.


Hannah Arendt

sábado, diciembre 20, 2008

ayer, cinco años...

Ya no es ausencia.
El tiempo corre
y cada vez más se advierte
inconfundible
tu presencia.

XXVIII, Amerigo Iannacone

miércoles, diciembre 17, 2008

all I need

Cómo cocinar algo rico en 20 minutos. Lecciones básicas por Dorix (sí, por Dorix)

Paulo: ¿Cómo hiciste esta crema? Está deliciosa.
Dorix: Fácil, una lata de crema de chile poblano Campbells, un poco de agua, un poco de leche, dejas hervir y sirves.
Paulo: Bueno, ¿y las verduras?
Dorix: Fácil, compras una bolsa de verduras congeladas La Huerta, descongelas y sirves.
Paulo: Dime que sí hiciste la ensalada.
Dorix: Ah, sí, ésa me costó más trabajo, tuve que cocer la pasta, agregar chícharos, zanahorias y elote (de La Huerta, of course, previamente descongelados) y mezclar con un poco de crema.
Paulo: ¿Y el pollo?
Dorix: Bueno, vas a la carnicería El Texano y pides pechugas rellenas, fríes con muy poquito aceite para que no queden feas y sirves.
Paulo: ¿Las galletas?
Dorix: Vas a la panadería y dices "quiero una bolsa de esas galletas".

miércoles, diciembre 10, 2008

despídete

Las peores despedidas son las que no se dicen, las que se espera que se entiendan con el abandono o las promesas rotas.
Una silla vacía dice mucho.
Mil mensajes y la ausencia de uno dicen más.

viernes, diciembre 05, 2008

días extraños

Amo las fiestas, bueno, a unas más que a otras, pero las amo. Y ya me hacía falta una fiesta, así que fui jubilosa al reino de la cajeta y las fresas a acompañar a mamá a la fiesta navideña de su trabajo. Pero poco duró el júbilo, caray, si mi amargadez aflora a la menor provocación y en esa fiesta hubo demasiadas provocaciones, ji ji.

De entrada, en una fiesta de más de 2000 personas... ¡el 90% eran mujeres! Y algo así como el 9% eran hombres que iban de pareja de algunas de esas mujeres. El 1% restante valía como para un cacahuate, o sea que no había con quién bailar, snif snif. En otros años me la he pasado baile que baile con los japoneses del corporativo, pero ahora estuvieron en la fiesta sólo tres, francamente feos y quedaban como a 20 mesas de distancia, snif. Los compañeritos de trabajo de mi mamá no son opción, porque no me han perdonado que mandé por un tubo a uno de ellos hace como cuatro años. La neta bailar con mujeres no me hace así como muy feliz, pero ni eso se podía, porque todas estaban ocupadas peleándose por los pocos hombres (ji ji, me refiero a cantidad, no a su poca o mucha hombría que desconozco) que había o bien bailando en grupitos muy cerrados de conocidas... y yo no conocía a nadie, snif. Nota mental: amo a los hombres, a pesar de todo, una fiesta sin hombres es terrible.

Aparte, el show era tan surreal como la concurrencia, abre el Grupo Latino, cuyo vocalista inicia con un mensaje de amor y paz tipo "Dios te ama" con fondo musical de "Jesucristo Superestrella" y luego sigue con algo como "la única misión en la vida es ser feliz" con fondo de "YMCA"; demasiada motivación personal para mi amargadez crónica, me cae. Eso sí, tras la apertura tipo Miguel Ángel Cornejo, vi que eso de amenizar fiestas sí que se les da. Pero en el intermedio, ¿entra Adrián Uribe?, hello, ya estaba yo por preguntarle a mi mamá a dónde carambas me llevó o cuál es el concepto de diversión de sus jefes. Como sea, he de confesar que el tipo sí me divirtió, a pesar de mis resistencias y de que la mitad de sus chistes ya están muy gastados.

Por si algo faltara, un compañero de mi mamá, como de mi edad, se puso ebrio en los primeros cinco minutos y atrapó a mi madre cual si fuera paño de lágrimas; hasta yo alcanzaba a escuchar la historia de cómo le cambió la vida cuando nació su hijita, mientras le daba tres vueltas a todas las fotos de la nena que traía en el celular, ante respuestas de mi mamá tipo "qué bonita", "ajá", "sí", "¿y luego?", "claro". Total, que ni siquiera tenía yo pareja pal chisme, que es mi deporte favorito después de bailar, ¿edá? (¿o antes?).

¿A qué se dedica Doris cuando no puede bailar ni echar chisme? A vaciar botellas de tequila y a ensayar análisis mafufos de las interacciones en la fiesta: es una fiesta para mujeres, ¿no?, hay mayoría de mujeres, ¿no?, sin embargo los hombres mantienen el poder precisamente porque se convierten en objeto del deseo y ellos son quienes deciden con quién bailan y con quién no.
Y de pronto una niñita me calla la boca, la nena tiene síndrome de down y se las ingenió para treparse al escenario y ponerse a bailar cual si fuera la estrella del show; al principio creo que la quisieron bajar, pero el vocalista del grupo fue a rescatarla, se puso a bailar con ella y le cantó cosas como "Nancy, te quiero uo uo" (porque la niñita se llama Nancy). Aclaro que esto no es un anuncio para el Teletón (que la situación de ayer en eso se convirtió), el punto es que la niñita me hizo llorar, o sea, yo instalada en el berrinche, mientras ella no se preocupaba por la falta de hombres, fue sobre el líder del grupo que, dicho sea de paso, a pesar de los ayeres todavía aguanta un fin, ji ji... y la niñita se veía tan feliz y tan libre, snif snif. No sé si fue la alta concentración etílica que corría en mi cuerpecillo o de veras me conmovió, pero algo ahí cuestionó mis amargadeces y no fue el mensaje de buena voluntad del grupo, sino la nena.

Y sigo impactada.

miércoles, diciembre 03, 2008

es suave el día, es suave el viento...

¿A quién se le ocurre despertar en martes casi a las 11 cuando se ha de tomar el camión rumbo a tapatilandia justo a las 11? A Dorix.
¿A quién se le ocurre decidir que la salida se posponga para la 1? A Dorix, claro.
¿A quién carambas se le ocurre llegar a la central de autobuses y descubrir que ha olvidado la tarjeta de crédito en la otra bolsa? Sí, sí, a Dorix.
¿A quién se le ocurre conservar la calma, ir a casa en friega a rescatar la tarjeta y regresar a la central para tomar el camión de la 1:40? A Dorix... y esto sí es muy raro, porque, ¿cuándo se ha visto que Dorix conserve la calma?
Finalmente, ¿a quién se le ocurre decidir que no hay motivo para el berrinche, porque el chofer de la 1:40 es guapo guapo guapo y la película del viaje es de Woody Allen? Simón, a Dorix.

Por cierto, el viaje que el fin de semana se tornó tan confuso, ahora se ve francamente claro; diría Aute, "es suave el día, es suave el viento". Gracias por el apoyo moral.

lunes, diciembre 01, 2008

estoy en la mitad de esta carretera

A medio viaje, se me atravesó un acontecimiento no previsto, una bobada que llevó a la coyuntura y condensó todo en un tiempo muy corto. Comprar el boleto de súper mujer resulta carísimo, porque la publicidad engañosa no deja ver las vulnerabilidades y al menos yo, llegué a convencerme de que no las había, a pesar de que sí las había y, cual Chapulín Colorado, "lo sospeché desde un principio". No puedo culpar a quienes me vendieron el boleto y tampoco a mí por comprarlo, aquí no se trata de culpas, sino de responsabilidades. Y en mucho fui la responsable de irme a estampar contra mi propio muro de contención y de que se fracturara. Descubrí que eso no lo cubre el seguro, porque el alto costo ni siquiera lo incluye. El boleto no decía que no sé perder, pero no sé; tampoco decía que soy vulnerable, pero lo soy; menos decía que mis errores y mis malas actitudes harían daño a los otros y a mí misma, pero lo han hecho, lo he hecho. Lo que alcancé a ver, pues lo alcancé a ver y lo que no, me lo dijo el espejo que habla. Gracias, espejo, que las netas así de netas se agradecen.