2016 fue una montaña rusa en muchos sentidos. Recibí el año en el festejo multitudinario lleno de desconocidos y fuegos pirotécnicos en San Francisco, California, con hartas incertidumbres y esperanzas. Tan pronto aterricé de regreso, fue mi examen de grado, ese bonito rito de paso con el que se cerró un ciclo de cuatro años en el doctorado (cinco, si contamos los seis meses previos y los seis meses posteriores, de trabajo, trámites y anexas) y empezó otro lleno de retos, oportunidades e incertidumbres, why not?
Tenía muy claro que era el momento de cambiar de rumbo e ir a la aventura. En uno de los primeros viajes relámpago del año, me equivoqué de línea del metro en la Ciudad de México. Yo no lo sabía entonces, pero fue la metáfora perfecta de los meses siguientes, en que se me rompieron todas las seguridades y me inundaron todas las incertidumbres, me enfermé como nunca (seis semanas de gripe y otras cuantas de varicela... sí, a mi edad), entré en crisis y llegué a un punto climático en mayo. Después de aquella semana coyuntural, todo fue más claro, igualito que en la anécdota del metro.
Cerré un ciclo de 15 años en una universidad y vine a otra, pero antes me fui tres semanas a Europa. Casualmente, había un congreso de sociología en Viena y otro de comunicación en Leicester, con dos semanas de diferencia, así que fui a ambos y aproveché para turistear. Me hizo feliz volver a Ámsterdam (¿qué importa que sólo haya sido en una escala de 10 horas antes de volar a Viena?), también conocer Viena, Cracovia (me hizo más feliz encontrar accidentalmente dos salas dedicadas a Wislawa Szymborska en un museo que no pensaba visitar) y Budapest, me volví a enamorar de París (porque Paris toujours sera Paris) y, aunque la experiencia en el British border control en la era post Brexit fue fea, también me hizo feliz conocer Londres y Leicester. Los dos congresos fueron tan desafiantes como satisfactorios, me permitieron hacer redes académicas y afectivas, así como reconocer el camino que me llevó hasta ahí.
Tan pronto regresé, me mudé a León y empecé a trabajar en una universidad increíble (cuando digo "tan pronto", me refiero al combo mágico de aterrizar en Aguascalientes, encontrar una fiesta sorpresa de bienvenida, dormir dos horas, viajar a León, dejar la maleta en el depa del amigo que me dio asilo en las primeras semanas y correr a la universidad). El ritmo se mantuvo en el semestre: investigación / docencia en licenciatura, maestría, doctorado... y hasta un diplomado, why not? / cuatro congresos en cuatro semanas / la noticia de la entrada al SNI / la escritura contrarreloj.
Por otro lado, el recuento de viajes (que tan feliz me hace cada año) cerró en diez aviones, dos trenes y vayan ustedes a saber cuántos autobuses, que me trasladaron entre San Francisco, Guadalajara, la Ciudad de México, San Juan de los Lagos, Querétaro, Ámsterdam, Viena, Cracovia, Budapest, París, Londres, Leicester, Guanajuato, San Luis Potosí y Minneapolis. Al final del año, se agregó un viaje cómico mágico musical Aguascalientes - Guadalajara - Zamora - Tangancícuaro - Ocumicho y de retache. Se agregaron Nueva York a la lista de ciudades de las que sólo conozco el aeropuerto (en la lista ya estaban Houston, Dallas, Washington, Orange County, Panamá y Barcelona) y Zamora a la de ciudades de las que sólo conozco la terminal de autobuses (ahí sólo estaban Fresnillo y Saltillo). Por supuesto, se multiplicaron los viajes entre Aguascalientes y León.
La primera película que vi en 2016 fue Joy, la última fue Bailarina, pero quizá la más significativa fue Doctor Strange. También vi Begin again alguna vez en un camión y parte de su banda sonora, "Lost stars", bien podría ser mi canción del año. Mención aparte merece la resignificación de "A waltz for a night" :)
En resumen, fue un gran año, lleno de cambios. Aquella vez, en San Francisco, compré una libreta muy interesante: tiene una pregunta para cada día del año, pero en cada una tiene cinco espacios para responder la misma pregunta durante cinco años seguidos, con el fin de hacer evidentes los cambios. En los días que van de enero, he visto tanto continuidades como cambios. Quizá por eso sigo haciendo recuentos, para hacer memoria de quién soy y cómo me voy transformando con el paso de los años.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario