Todos
los años son interesantes, todos, también los que no nos encantan. He de decir
que 2019 no me encantó. Emocionalmente, fue un año Exatlón —por si estaban con
pendiente, es el programa favorito de mi mamá y ahora que vine un par de
semanas empecé a verlo también— en el que salía de una tirolesa para entrar a
una rastrera y después el lodo me tapaba los ojos, pero aún había que tirar
pelotitas y atinar a cosas.
La
mala noticia es que el desgaste fue mayúsculo. La buena noticia es que, como se
veía venir, I won —por si también estaban con pendiente, soy más competitiva
conmigo misma que con los otros, así que ese triunfo fue sobre mis propias
expectativas—. Ya veremos cómo se siguen conectando las cosas.
Si el año anterior tuve que bajar el ritmo, en este no hubo manera. No pude, pero tampoco quise. Todavía no salía del drama por una carga institucional que no estuvo a discusión, cuando mi mamá se rompió la muñeca en ocho pedacitos y me tenía que partir en mil. Apenas se estaba resolviendo eso, cuando entraron a robar a mi departamento y eso abrió otra serie de problemas, unos más fuertes que otros. Ni siquiera había terminado de resolver eso, cuando ya estaba otra vez en la avalancha de viajes. Estaba al otro lado del mundo y seguía resolviendo cosas de acá. Regresé en modo Daenerys y, aunque en algún momento dudé si eso valía la pena, al final me quedó claro que valió cada maldito segundo.
Quizás el momento que mejor representa mi año fue el día que subí a la Montaña de Siete Colores. No fui yo quien decidió ir, pero acabé ahí y es algo que agradezco mucho. El punto es que, por una situación complicada que tampoco fue mi decisión, el guía del recorrido osó decirme que no iba a alcanzar a llegar a la cima. Apenas iba a empezar el drama de la vida —como acostumbro— cuando otra guía me dijo que sí podíamos llegar, pero que tendríamos que ir a su paso. Acepté el reto, fuimos y, por algún extraño motivo, estuve a nada de darme por vencida en el último tramo, estaba cansada y harta. Una vez que la guía se adelantó, no pasé ni cinco minutos ahí, vi alrededor gente tirada en el piso o vomitando porque les había pegado la altura —5mil metros sobre el nivel del mar no son cosa fácil— y caí en la cuenta de que a mí no me estaba pasando eso, así que volví a tomar los bastones de trekking y harto aire para terminar de subir. Lo logré. Llegué. Cuando la guía me vio, se puso más contenta que yo. Fue ella quien tomó esta foto, donde me veo fatal, pero que significa tanto para mí.
Hacia
el fin del año hubo miles de cosas que quise aventar lejos, sólo que esta vez
no eran bastones de trekking. No sé aún qué es lo que me mantiene en pie, pero
heme aquí.
Hubo
muchos viajes y, con ellos, mucho aprendizaje, reencuentros y gente nueva. El
recuento cerró en 24 aviones, ya no sé cuántos camiones y viajes en Bla Bla Car.
Fui enemil veces a Aguascalientes, seis a la Ciudad de México, cinco a
Guadalajara y cinco a Guanajuato. También estuve en San Juan de los Lagos, Tetela,
Zamora y Veracruz, así como en Lima, Cusco, Arequipa y otros lugares de Perú, Bogotá
y Madrid. Si el año anterior fue muy anglo, éste fue muy iberoamericano. Honestamente,
me cansé mucho, pero no me arrepiento. Tan no me arrepiento, que ya tengo los
vuelos para las vacaciones de Semana Santa.
Me
mudé por fin, aunque pronto empecé a extrañar el loftito aquel. Fui al teatro,
a conciertos, museos, a comer, a tomar café o unos vinos. Me hizo feliz que
alguien me donara un boleto para Sarabande en el Teatro del Bicentenario cuando
estaba a nada de quedar fuera. Me embobé con “Un mundo” de Ángeles Santos, en
el Museo Reina Sofía y me pregunté cuántas obras de mujeres pasan a segundo
plano por la cultura machista que arrastramos.
Fui
al cine un poco menos de lo que hubiera querido, pero vi cosas interesantes. Vi
El artista anónimo (One last deal) —el mismo día que robaron mi
depa, por cierto— y me emocionó mucho ver la pasión con la que el protagonista apuesta
por algo que parece perdido. Vi En guerre y llegué a la conclusión de
que soy la CGT, me enfrento a lo que sea, incluso si llevo las de perder. Vi A
rainy day in New York de Woody Allen en medio de la crisis y me pregunté cuál
es mi hábitat. También me impactaron otras historias, como Joker y TheTwo Popes. Por si estaban con pendiente, no me gustó Avengers Endgame.
Volví a ver series, me eché —entre otras cosas— las tres temporadas de Thehandmaid’s tale, eso implicó maratones y desveladas, así como una obsesión
de no sé cuántos días con la escena que abre la segunda temporada, con “Thiswoman’s work” de Kate Bush. Esta última se convirtió en una de las canciones
que más escuché en Spotify. Por cierto, la estadística dice que este año escuché
47,691 minutos de música, de artistas de 73 países. Una de mis favoritas fue “AveMaria” de Krzysztof Janczak, en la voz de Dorota Szczepanska.
A
propósito, volví a estudiar canto. Seguí estudiando francés. En ambos fui una
pésima alumna, el tiempo no me permite ser suficientemente constante, pero es
lo que hay. Para mí es importante seguir siendo alumna, aprender todo el
tiempo, mantenerme en las cosas que me apasionan. Eso he hecho.
Dejé
el pellejo en las clases, asesorías, el trabajo de campo—incluso en un proyecto
que no era mío— y hasta en la burocracia. Fui sinodal varias veces y un par de
tesistas mías se titularon. Viajé a seis congresos, cerré una importante
responsabilidad y no quise asumir otra… o no esta vez, al menos. Escribí mucho,
dictaminé mucho también, se fueron abriendo más oportunidades. Tuve la posibilidad
de irme y me quedé, no sé si soy valiente o estúpida, pero mis razones tengo.
Cerca
del final del año vino
la crisis. Fue una mezcla de dudas, desilusión y otras curiosidades. No
importaba qué hiciera, la crisis parecía crecer y crecer y crecer, nivel me fui
al cine para distraerme y varios diálogos de la película parecían preguntarme
cosas. La vida da muchas vueltas, la misma persona que me sostuvo tres —o quizá
más— veces, cuando estuve fatal —y a quien, por cierto, yo también sostuve
otras tantas— al final hizo un muro infranqueable. Ni modo, la vida es así,
pero yo no merezco tan poquito. Como sea, resistí, “with a little help of my friends”,
como dice la canción. Estas últimas dos semanas regresé a recargar fuerzas en
mi ciudad, con mi mamá, mis amigos —los de siempre y los de los reencuentros—,
mis perros y mi gata.
Cumplí
38, muy bien vividos. Dificultades hubo muchas, pero como dije en el post
anterior, fue un buen año. Sigo convencida de que la esperanza es el motor que
nos mueve —no importa si se habla del mundo, el país, la academia, el trabajo o
la vida personal—, pero que ella no es suficiente sin acciones. Las cosas no se
transforman por sí mismas, algo habrá que hacer… en todos los escenarios.
En
fin, que 2020 sea interesante, desafiante, emocionante. Como decía Tolkien en modo Gandalf en Lord of the rings: The fellowship of the ring, "all we have to decide is what to do with the time that is given us".
1 comentario:
Nada me hace más feliz que leerte en estos momentos, admiro tu claridad y tú adquirida maestría con las palabras... La honestidad con que te permites replantar la vida.
Se que nuestros pocos cafés del año y los memes compartidos jamás bastarán para hacer este recuento. Pero agradezco mucho poder viajar a travez de ti, aprender atravez de ti y por supuesto crecer contigo. De verdad agradezco mucho a vida tu cruce por mi camino; y ese papel que de adquirí de amiga, pues creo que lo camino bifurcó para seguir siendo colegas (por ahora). Ese espíritu de disciplina y competitividad llegó tarde para mí; aunque reconozco que no solo siento envidia de hacer todo esto que tú logras sino mucha admiración.
Gracias por hacerme parte de este mundo tan tuyo, y por qué en él, nos haces crecer a tantos que tenenos la fortuna de acompañarte (de lejos,por redes, a ratitos etc) pero con mucho cariño AMIGA.
Te deseo un año de muchas más aventuras, de cimas a colores y de viajes en lo que quieras en avión, en camión, en blabla, en pantallas de cine, en páginas de cuentos, en tesis y trabajos... Pero no pares de viajar ese es y será siempre el espíritu que llene tu alma y acompañe la nuestra.
Por un 2020 Juntas.
Te mando un gran abrazo Doris
Publicar un comentario