El día del pánico en Aguascalientes no fue el viernes 24, como en el DF y otras ciudades, sino el domingo 26. Ese día yo andaba en el cine, viendo Slumdog millionaire, cuan de repente ocurrió lo que hasta ese momento muchos pensábamos que no ocurriría: el gober informó de la cancelación de la Feria. Ahí fue donde la sorpresa y las dudas crecieron, más que el pánico y más que la influenza, ya que un día antes la versión oficial era que Aguas estaba libre de influenza, aunque por los rumores ya se sabía de infectados e incluso de muertos. La presión de Los Pinos fue muy fuerte, ¿edá?
El caso es que la ciudad se medio paralizó y en los trabajos y en las calles se veía gente con cubrebocas. En uno de esos días, creo que el martes, salí al súper con un feo cubrebocas, se me empañaron los lentes con mi propia respiración, me los quité para limpiarlos y el aire acondicionado hizo estragos en mis ojitos, que se pusieron llorosos en microsegundos, instintivamente me llevé una mano a los ojos, todos a mi alrededor me vieron feo, no iban a tomar zanahorias de donde yo estaba porque ya me había limpiado los ojos, me volví sospechosa por portación de lagrimitas... en fin, me limpié las manos con una toallita antibacterial y todo volvió a la normalidad; de cualquier modo, la desconfianza era grande, aun entre conocidos, snif.
Pero los días pasaron y la versión de la farsa logró ser más creíble para muchos que la versión oficial (a estas alturas, hasta una vaca voladora tiene más credibilidad que nuestras ilustres instituciones gubernamentales), este lunes me sorprendí cuando, al ir al banco, me topé con un escenario completamente distinto al de la semana anterior: la mayoría de la gente no traía cubrebocas, por el contrario, se reían de los que lo traíamos, sobre todo de quienes osamos decorarlos con bocotas sonrientes; casi toda esa gente hablaba del calor y del trabajo, nadie hablaba del cuarto muerto por influenza que confirmaron las autoridades el sábado, nadie (y esto me parece más preocupante) habló de los cinco cadáveres que encontraron el mismo sábado en una casa de seguridad al norte de la ciudad; las noticias destinaron casi todo el tiempo al inicio de las campañas electorales. Fue extraño.
Pero la sorpresa fue mayor esta mañana, estuve en una sesión de capacitación con alrededor de 12 personas; ellos no traían cubrebocas, yo sí (ya más por payasa que por creer en la efectividad), algunos se regodeaban en la versión de la farsa, pero cuando fingí un estornudo todos temblaron y guardaron silencio, nadie me dijo "salud".
Parafraseando a García Márquez, algo muy grave ha pasado en este pueblo, algo se fue, ya no somos los mismos aunque finjamos que sí.

Aquí una versión de mis cubrebocas decorados, Ricardo la bautizó como "vende caro tu amor, aventurera". ¿Ya vieron mi naricita de Magitel?