sábado, junio 12, 2010

de intensidad y libertad

Justo ahora debería estar en la boda de un gran amigo mío (oh, sí, estoy en la edad de las 27 bodas). En vez de eso, estoy encerrada en casa, intentando sobrevivir a los efectos secundarios del dopaje que oficialmente me desintoxica del bicho tapatío que me picó, aunque extraoficialmente me debe estar intoxicando también, porque me siento fatal.

Casualmente, hoy también, cierta señora de cuyo nombre realmente no me acuerdo, le preguntó a mi mamá si ya me casé porque, según sostiene, ya tengo edad para eso y... no se me vaya a pasar el tiempo. Me hizo gracia. Hace años que proclamo mis desacuerdos con el guión de vida que dice que en cierto momento hemos de buscar una vida estable, casarse y procrear.

Eso me hizo recordar que hace tiempo, cuando una amiga me preguntó a qué edad me pienso casar, le respondí que para mí el matrimonio (o mejor, la vida en pareja) es un proyecto con una persona, no con la edad. Lo sigo pensando.

No sé si un día sea capaz de comprometerme, hasta el momento me ha resultado bastante conveniente vagar entre relaciones ambiguas, que a veces no sé dónde comienzan y dónde terminan. Quizá lo mío es la incertidumbre. Lo que está claro es que la historia de mis papás me marcó, no es que quiera repetir su historia sólo por repetirla, pero me encantaría vivir algo como lo que ellos tuvieron, así de libre, así de intenso, así de incierto y a la vez así de sólido. Sólo de pensarlo sonrío. Sobra decir que no me veo en un altar ni en un registro civil, me veo cometiendo locuras, ja.

2 comentarios:

Indigente Iletrado dijo...

Siempre he querido saber cómo se vive esa época de la vida donde todos tus amigos se casan y empiezas experimentar presión (sea que esté entre tus planes o no) por los eventos.

Lamentablemente todos mis amigos son igual de desarraigados, baquetones y renuentes de todo tipo de compromiso que yo. No he estado en ninguna boda de amigos jamás. Snif.

Dorix dijo...

Yo ya perdí la cuenta, ja ja.