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Dos momentos del día 300 de la extraña cuenta regresiva:

Uno. Sin querer, esta mañana hice llorar a Lupita, la becaria. Hablábamos de música, de cuánto me gusta Fito Páez y mágicamente llegamos al video de un concierto de Fito en Madrid, donde canta "Contigo" con Joaquín Sabina... o monsieur Madrid, como le dice él. Amo esa canción, por momentos me recuerda mucho a mí; pero sospecho que mi becaria no la conocía y que le dolió demasiado, de pronto la vi inmóvil frente a la pantalla, con una lágrima atorada. Snif, no fue mi intención.

Dos. Vi por fin El cisne negro (Black swan) y me encantó. He de decir, otra vez, que Aronofsky es un maldito genio y que coincido con muchas de las críticas, que señalan que lo suyo son las obras de autor, inclasificables en un solo género. Sin embargo, me pasó algo extraño, la película no me perturbó como pensé que me perturbaría. Recuerdo que Pi, el orden del caos, me llevó a ver patrones en todo lo que me rodeaba, tras verla en una clase de Semiótica en la UAA. Y, tiempo después, cuando vi Réquiem por un sueño, en la Muestra en 2001, el shock fue tal que en el camino de regreso, mis compañeros y yo no pudimos articular palabra... todavía en estos tiempos, a veces me sorprendo tarateando la banda sonora de Réquiem (vaya mentecilla retorcida la mía). Anoche no salí en shock y no he visto indicios de plumas en mi cuerpecillo, cuando me rasco como desesperada, gracias a las alergias (ash, mal chiste, ya sé). Como sea, sí que volvería a verla. Y he de decir que me fascinó lo que dice Thomas Leroy, "perfection is not just about control".