lunes, diciembre 31, 2007
a momir
sigo aquí
16 horas
domingo, diciembre 30, 2007
memoria
sábado, diciembre 29, 2007
divagaciones de una avecilla nocturna
hasta morir
jueves, diciembre 27, 2007
diciembre no se va sin cafecito...

la saga de Tehuantepec * Carlos Antonio Villa Guzmán
ya me tocó * Carolina Aguilar Muñiz
un ladrón te golpea * Armando Andrade Zamarripa
casa en ruinas, reseña de Casa en ruinas de Arlette Luévano * Eduardo Hidalgo
martes, diciembre 25, 2007
¡Feliz Navidad!

viernes, diciembre 21, 2007
26
26 películas. El ciudadano Kane. Réquiem por un sueño. Cuento de hadas para dormir cocodrilos. Seres humanos. Quiero ser famosa. Bicho de siete cabezas. Piedras. Amélie. Buscando a Nemo. El señor de los anillos: La comunidad del anillo. El señor de los anillos: Las dos torres. El señor de los anillos: El retorno del rey. Gato negro, gato blanco. Entre dos y tres. Las tortugas pueden volar. Arca rusa. Sueños de agonía. La eternidad y un día. Antes del atardecer. Orgullo y prejuicio. 2046. El laberinto del fauno. La Pasión. Atando cabos. Un buen año. Quemar las naves.
26 libros. El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, Miguel de Cervantes Saavedra. El principito, Antoine de Saint-Exupéry. Lo que el viento se llevó, Margaret Mitchell. Mujeres de ojos grandes, Ángeles Mastretta. Cien años de soledad, Gabriel García Márquez. Noticias del imperio, Fernando del Paso. Un mundo feliz, Aldous Huxley. Rebelión en la granja, George Orwell. El señor de los anillos: la comunidad del anillo, JR Tolkien. El señor de los anillos: las dos torres, JR Tolkien. El señor de los anillos: el retorno del rey, JR Tolkien. Romancero gitano, poeta en Nueva York, Federico García Lorca. Una ciudad libre, Eric Darton. El genio y la diosa, Aldous Huxley. La fábula del tiempo, José Emilio Pacheco. Obras completas, Sor Juana Inés de la Cruz. Nosotras que nos queremos tanto, Marcela Serrano. 1984, George Orwell. Madame Bovary, Gustav Flaubert. Poesía no completa, Wislawa Szymborska. Copyright, Luis Pescetti y Jorge Maronna. La inocencia del minotauro, José Luis Justes Amador. Una de balazos, Pancho Rodríguez. Las ciudades invisibles, Italo Calvino. El hobbit, JR Tolkien. Casa en ruinas, Arlette Luévano.
26 revistas y periódicos que leo (a veces, siempre que puedo). Comunicación y Sociedad. Diá-logos. Razón y Palabra. Telos. Revista Mexicana de Comunicación. Signo y Pensamiento. Chasqui. Estudios cinematográficos. Nexos. Letras Libres. Revuelta. Tierra Adentro. Tierra Baldía. Luvina. Cocina Fácil. ¿Cómo ves? Nacional Geographic. Teología. Proceso. El Universal. Reforma. La Jornada. El Heraldo. Hidrocálido. Página 24. El Sol del Centro.
26 canciones. Zombie, The Cranberries. La luna, Ketzal. Si tú no vuelves, Bosé. Cielo, Benny. We are the champions, Queen. Can’t take my eyes off you, versión de Damien Rice. Me cuesta tanto olvidarte, Mecano. El sol no regresa, La quinta estación. Arte, Nosoträsh. No me importa nada, Luz Casal. Give me a reason, Portishead. Tu cárcel, versión de Enanitos Verdes. Cuando nadie me ve, versión de Niña Pastori. Haja o que houver, Madredeus. Arrastrando la cobija, versión de Sasha Soköl. Love, Zoé. La tequilera, versión de Lila Downs. Bonito, Jarabe de Palo. Tu sonrisa inolvidable, Fito Páez. Reina de corazones, Alejandra Guzmán. Wish you were here, version de Radiohead. La vida es bella, Noa y Bosé. Un osito de peluche de Taiwán, Los auténticos decadentes. La belleza, Aute. Confianzas, Gotan Project. Pensar em você, Daniela Mercury.
26 personajes. Bugs Bunny. Mafalda. Libertad (de Mafalda). Scarlett O’Hara. Lola Bunny. Kane (Citizen Kane). R. (Una ciudad libre). Marva (Quiero ser famosa). El Salvaje (Un mundo feliz). La tía Daniela (Mujeres de ojos grandes). Dory (Buscando a Nemo). Eowyn (Lord of the rings). Frodo (Lord of the rings). Aragorn (Lord of the rings). Celine – Cecile (Befote sunset). El escritor (Copyright). El guionista (Una de balazos). Elisabeth (Pride and prejudice). Mr. Darcy (Pride and Prejudice). María (Nosotras que nos queremos tanto). Hermione (Harry Potter). Barbie (sí, de Amor en custodia). Ofelia (El laberinto del fauno). Bilbo (El hobbit). Cristina (de Grey’s Anatomy). La Catrina (de Posada).
26 artistas plásticos. Miguel Ángel. Claude Monet. Vincent Van Gogh. El Bosco. José Guadalupe Posada. Saturnino Herrán. Jesús F. Contreras. Gabriel Fernández Ledesma. José Clemente Orozco. David Alfaro Siqueiros. Frida Kahlo. Tina Modotti. Remedios Varo. Elena Climent. Salvador Dalí. Juan Soriano. Keith Haring. Andy Warhol. Gabriel Orozco. Elva Garma. Juan Castañeda. Federico Gama. Tobías Arenas. Francisco Mata. Anselmo de Haro. Maritza Duarte.
26 momentos. Mi cumpleaños número cuatro, con Pepito. Cuando Chuyín, en kinder, agarró a golpes a otros niños por defenderme. Cuando Maday y yo cambiamos las flechas en el campo de golf de Pulgas en Aguascalientes. Cuando Ricardo me regaló una naranja en primaria. Mamá cantando Las piedras rodantes de madrugada en el Cervantino. Cuando unos tepalcates llegaron a mí, en el Espíritu Santo, en Aguascalientes. Cuando las locas y yo nos echamos la pinta, en prepa, para ir a un partido de fut. Cuando alguien que no será nombrado hizo la pregunta mágica “¿todavía te acuerdas?” en una fiesta en La Castaña (cuando existía) en Aguascalientes. Cuando yo hablaba de adobes que tenían fisuras y se fragmentaban y Deisy traducía que tenían rajadas y se partían, mientras construíamos una casita para una locación de Sueños de agonía. Cuando me estampé en la pared del baño de casa de Lalo, en la fiesta de pre-premiere de Sueños de agonía. El último viaje con mi papá. Cuando mi papá se despidió antes de morir. Cuando unos amigos y yo (nueve monos de 22 a 28 años, en 2004) nos fuimos al Museo Descubre en horas libres de la uni y nos divertimos como niños. Cuando me encantó un ciclista griego (y no supe ni decirle “hola”) en un campeonato de ciclismo en Aguascalientes. Cuando mis alumnitas del Tec y yo nos escapamos a comer crepas, creo que en Los Portales, en Zacatecas. Cuando Rubén, Alan y yo nos perdimos en León. Cuando alguien que tampoco será nombrado me pidió el último abrazo, a una semana de casarse (y no conmigo). Mi cumpleaños 24, cuando el mariachi loco casi tira el árbol de Navidad de mi casa. Cuando bajé con mi mamá los más de 300 escalones en Puente de Dios. Cuando Caro, Mónica, Ricardo y yo nos quedamos atorados en el Encino, mientras llovía fuertecito. Cuando un pedazo de cielo cayó sobre mi cabeza (o sobre mi nariz, o sobre mí) en Guadalajara. Cuando fui dama de compañía, guarura y fotógrafa en la boda de Carmen y Alex. La despedida de Ricardo Chávez, cuando se mudó a Toronto. Cuando Guillermo creyó que yo había golpeado a Paulo (y Paulo se hizo la víctima). Cuando viajé en camión al DF y me subí por primera vez al metro, para ir a la boda de Maritza y Armando. Cuando creí que había perdido a Justina.
26 recuerdos. Las caminatas de niña con mi papá. Mamá y papá tomando cafecito cada noche. Papá contemplando la lluvia. Las mil y un vueltas al Cerro de la Bufa en Zacatecas. Maday y yo, de chiquitas, haciendo miles de travesuras, por su casa o por la mía. Yo golpeando gente (accidentalmente, por supuesto) en los juegos de voli en primaria (y era malísima). Yo golpeando gente (a veces accidentalmente) en los juegos de básquet en secundaria (y era dos dos). Yo golpeando gente (no recuerdo una sola vez que fuera accidental) en los juegos de fut en prepa. Los usos y costumbres y frases célebres de mi mamá. Las locas y yo escondiéndonos atrás de postes. Arturo y yo divagando en clase de Informática en prepa. Chema y yo con la divagación nuestra de cada día, en camión, de la prepa a nuestras respectivas casas. Ale intentándonos enseñar a bailar. Las dominicales salidas a comer con mis papás. La cantidad de meseras y meseros que se ponían de nervios con mi papá. Maritza y yo corriendo a clases por el túnel de la UAA. Mis idas al cine sola en mañanas de sábado, para poder disfrutar la película. Los gritos motivadores de mi instructora de pilates y zumba (cuando iba al gym). Las noches de miércoles de café con Justes, saliendo de Griego. Las increíbles historias subterráneas del Festival de Cine Aguascalientes (saludos, Caro, Mónica y Ricardo). Las no sé cuántas noches de chal con el Memes. Las no sé cuántas salidas con las locas (cuando éramos cuatro, cuando fuimos tres, cuando quedamos dos, cuando volvimos a ser tres, cuando ya no sé cuántas somos). Las veces que Rafa me hacía cosquillas con los lentes, me jalaba el cabello o simplemente me hacía ruido en las clases con Guillermo. Los intercambios de golpes con Paulo (jugando, siempre). Los nopales y los árboles en las carreteras Aguascalientes – Zacatecas (cuando iba al Tec) y Aguascalientes – Guadalajara (desde que vivo en ambos lados). Las miles de diabluras de las nueve mascotas que han pasado por mi casa, y las dos que aún quedan.
26 cafés, comidas y fiestas. Con mamá y papá en El Campeador (ags), de las muchas veces que fuimos, una en que juntamos el festejo de día del padre y cumpleaños de mamá. Con Isa, Erik, Ale, Marco y demás gente, cuando Isa decía que las mesas giraban. Con Deo en un lugar del centro de Morelia. Con la gente de Casa de Cartón, cuando Jeová insinuó que si me despegaba del refrigerador me podía caer (¿acaso sería el vodka?). Con papá y mamá en el Café Acrópolis (Zac), la última vez que fuimos los tres juntos. Con mamá en La Catrina (¿cómo que la crema blanca súper bonita era de camote?). Con el Justes en El Codo (Ags), antes del incidente de los discos. Con Axel en el Café Catedral (Ags), cuando alguien que no será nombrada llegó de metiche. Con Isa, una amiga suya y mi sobrina Daniela, en La Querencia, en una salida improvisada (Ags). Con Giovanni en su cocina (esos sí son capuchinos espumosos). Con Memes alguna cenaduría, el día que nos dio por recordar. Con Aldo, Monique y Héctor, cuando Héctor contó el final de una película y el resto de la gente en el restaurante no fue feliz. Con Caro, Mónica y Ricardo, en Las Antorchas, cuando descubrimos que nuestra refinada amiga Caro se sabe todas las de Joan Sebastian. Con la gente del Festival de Cine Aguascalientes y Juan Arturo Brennan en el Rincón Maya, cuando Ricardo y yo pusimos en evidencia a Caro frente a su ídolo Brennan (¿aquí no tendrán un CD de Joan Sebastian?). Con Caro, Cris y Edith en El Codo, festejando mi cuarto de siglo (Ags). Con mamá en un restaurante cuyo nombre no recuerdo, junto al Parque Nacional de Uruapan (las dos nos enamoramos del mesero... ah, y también estaban deliciosas las corundas). Con Maritza en un café de cristianos (ah, qué inspirador resultaba el baño) cuando me contó de su boda y me presumió el anillo de compromiso. Con Sasha y Pau en El Colibrí (Gdl). Con Arlette en Guadalajara, cuando llegué tarde porque se me atravesó una carrera de ciclistas. Con Armando en La Estación de Lulio (Gdl), cuando regresó de Buenos Aires. Con Ale e Isa en Vips, cuando Ale regresó de Madrid. Con Chava y Rebeca en un restaurante italiano cerca del CUCSH (Gdl), un día en el receso de Ibercom. Con Sasha y Giovanni en el Starbucks de Las Fuentes (Gdl), con las conversaciones “peligrosas”. Con Rafa, Paulo y demás gente de la maestría, en fin de cursos (en Gdl), cuando cruzamos tequila (del que llevó María Martha) con vino tinto (no lo vuelvo a hacer, me cae). Con Paulo en algún lugar de Plaza del Sol (Gdl), cuando pasamos de la reflexión teórica profunda a la más vil tijera y acabamos en anécdotas curiosas. Con Carlos en algún lugar de La Condesa(DF), en medio de un viaje relámpago.
26 estupideces y cursilerías varias. Cuando bañé un pollito porque estaba muy sucio (claro, yo era una escuincla; y, por cierto, el pollito no murió). Cuando me atoré en una resbaladilla en kinder y se me vieron los chones. Cuando Ramsés y yo, en secundaria, lanzamos por la ventana el suéter de Rafael y sólo yo fui reportada ¡por robo comprobado! (a él no lo reportó porque era su amigo). Cuando tenía planeado despertar a mi mamá con las mañanitas y me quedé dormida (desperté y no estaba). Cuando mis compañeras y yo, en el mini concierto de cierre del curso de canto, cambiamos la tonada de Memory, de Cats. Cuando empecé a decir incongruencias para que el Chuletas (menos conocido como Juan Pablo) dejara de hablar mal de la esposa de un profe que estaba parado exactamente atrás de nosotros. Cuando me enojé con mi papá por dramas que no eran nuestros. Cuando, un 10 de mayo, le dije a mamá que iría a una fiesta para ir casa por casa a dar serenatas a las mamás de los chavos de cierto coro (yo ni estaba en el coro, pero el Memes me invitó) y llegamos con la serenata de mi mamá a las 6 de la mañana. Cuando besé por accidente a un amigo en un camión. Cuando me puse a llorar con la calavera que me escribió Pepe en 2003. Cuando me puse a patear a Christian para que dejara de hablar mal del profe que iba entrando al salón. Cuando leí los horóscopos que se publicarían en el número de diciembre de una revista donde trabajé y dije en voz alta: “¿qué idiota escribió para Sagitario ‘este mes vas a recibir muchos regalos’?, pues claro, es mi cumpleaños y es Navidad”, en ese momento supe que la esposa del dueño era quien escribía los horóscopos. Cuando le regalé un libro a alguien que ni siquiera acostumbra leer. Cuando le dije a una suegra que no sabía cocinar. Cuando publiqué posts escritos a mano. Cuando entendí que a uno de los que no han sido nombrados, como en el fut, “lo tenía, era mío y lo dejé ir”. Cuando unos discos volaron en la calle Madero en Aguascalientes (saludos, Justes). Cuando escribí a mano una nota de disculpa y luego la envié por mail (digitalizada, por supuesto). Cuando prometí a alguien alcanzarlo en una fiesta con Nortec, en cuanto saliera (yo) del concierto de la OSA (primera vez en América Latina que tocaban la Canción para la unificación de Europa, no me la iba a perder) y se me olvidó. Cuando llamé a mi mamá para que fuera por mí al hospital y le pedí unas muletas (y ella no sabía ni de qué le estaba hablando). Cuando un mago de luz se convirtió en mi tablita de salvación, mientras permanecía recluida y enferulada en casa por un ligamento roto. Cuando acepté salir con un tipo tan obsesivo que hacía análisis de contenido de lo que yo decía. Cuando me tragué un chicle (y ni cuenta me di) en el Festival de Cine Aguascalientes en 2006. Cuando no me atreví a besar a alguien que me encanta, porque me ganó la risa. Cuando escribí a mano y bajo el influjo de tequila y vino tinto una nota de agradecimiento que luego envié por mail (también digitalizada). Cuando casi me rompo un brazo tras estamparme con un árbol (eso fue ayer).
26 regalos. El conejo silvestre que me regaló Pepito cuando cumplí cuatro años. Un poema que me escribió un amigo de mi papá cuando yo cumplí cinco años. Un anillo que mi papá le dio a mi mamá y ella a mí, porque los dedos le engordaron. Un poema cursi cursi cursi que me escribió un compañerito de primaria (teníamos ocho años). Un vestido de deshilado que me hizo mi mamá (claro, lo hizo cuando yo tenía 10 años, así que ahora me cabe un brazo en ese vestido). Fotos, muchas fotos, que me ha regalado Anselmo. Cuatro serenatas. La rosa roja que tiré. Unos tenis de cuadritos. Un girasol que me dio alguien que sabe que amo los girasoles. Todo lo que mis amigos hicieron por mí (no dormir, ser mis choferes y guaruras, llevarme a comer, rezar, cantar, estar) cuando murió mi papá. Un vals de graduación. Un montón de libros. Un poema lluvioso con dedicatoria incluida. Una hoja de maple que me trajo Edith de Vancouver. Un rebozo rosa mexicano de Chapala. Una rosa que me regalaron unos alumnos. Una calaverita fucsia de azúcar que me regaló una alumna. Un CD genérico intercambiable de Los Xochimilcas que me regaló Axel. Unos calcetines de rayas, verde y blanco, con ranitas. Muchas canciones (cantadas o en mp3). Un CD genérico intercambiable con la voz de Cortázar, regalo de Eugene. Un libro completo en pdf que alguien me envió de Colombia. Que C. atravesara un pedazo de la ciudad del caos humeante para regalarme un libro. Unos calcetines discretones, fucsia, verde limón y turquesa, con vaquitas. Mi casa (no me salió lo materialista, amo esta casa que me regaló mi papá).
26 comidas, bebidas y demás. Las albóndigas con chipotle estilo mi mamá, bueno, casi cualquier cosa que cocine mi mamá. El pastel de moka de La Flor de Aguascalientes. El pollo estilo Aguascalientes (o estilo San Marcos, ya no me acuerdo) del Hacienda de La Noria. La parrillada en El Campeador. Las enchiladas suizas de Sanborns. Los molletes de un restaurante cuyo nombre no recuerdo, en el centro de Morelia. El tequila preparado por Enrique. La arrachera de L’Costille. Casi todo lo que hay en La Saturnina. Las gorditas Victoria. La crema de chile poblano del Calpulli. La soda italiana del Café del Codo. Las gorditas de doña no sé quién, de Huejúcar. La Pelea de Gallos de Las Antorchas. El capuchino de Giovanni. El pastel de chocolate de La Esquina de Triana. Los tacos de cochinita pibil del Rincón Maya. Las pechugas de pollo rellenas de verduras estilo yo. El spaghetti que hace Ricardo, bueno, casi cualquier cosa que cocine Ricardo. El mole estilo Aguascalientes de La Catrina. El frapuchino de El Rosinal. Las corundas de un restaurante de junto al Parque Nacional de Uruapan. Un licor de café de Zirahuén. El pollo relleno de espinacas del Fiesta Americana de León. El croissant americano de La Triqueta. Los molletes del Leyendas.
26 fotos. Papá en la playa, por mamá. Dorix en traje de huichol, por un fotógrafo cuyo nombre no recuerdo, supongo que de Rembrandt. Memes y Dorix comiendo galletas, por mamá. Memes y Dorix caminando, por mamá. El Cerro del Picacho al atardecer, por Dorix. Cielo con nubes, por Dorix. El “ay, mis amigos” dormido, camino a Morelia, por Deo (y no tengo copia de ésa, caray). Papá mirando al horizonte, por Dorix. Mamá mirando de frente, por Dorix. Dorix soportando el sol de frente, por mamá. Mamá y Dorix en el Encino, por Enrique. María Ynés y Dorix caminando por un parque, por Anselmo. Una de mis botas fucsia de luchador, por Dorix. La señora taza, por Maritza. El agua azul en Puente de Dios, por Dorix. Una vía de tren en Puente de Dios, por Dorix. Mamá y Dorix en un río, por Anselmo. Caro y Dorix en el Festival de Cine Aguascalientes, por Dorix. Rafa y Dorix muertos de cansancio el día del coloquio, por Christian. Pescadores en el lago de Pátzcuaro, por Dorix. Una taza de perfil, por Maritza (de las primeras que expuso y la compré :D). Una taza en un café de Buenos Aires, por Giovanni. La gente de la maestría, por Eugene. Los cables de Zapopan, por Paulo (ja ja). Dorix con cabello en la cara, por Dorix. Justina en el espejo, por Dorix.
26 cosas sin las que (creo) no puedo vivir. Leche. Limonada. Carne. Celular. Lap. Pañuelos desechables. Una cama cómoda. Agua tibia en la regadera. Chocolate. Lechuga. Libros. Cámara. Reloj. Agenda. Cuaderno de notas. Aretes. Pinzas para el cabello. Tenis. Ropa de algodón. Ventanas. Lentes. Música. Calles aptas para caminar. Transporte público. Cafés. Al menos tres almohadas.
26 labores (no siempre gratas para el común de los mortales) que me gusta hacer. Acomodar libros. Hacer maletas. Cargar maletas. Ser ayudante de cocina. Limpiar la cocina. Lavar trastes (o trastos o como prefieran). Trapear (pero odio barrer). Lavar la casita del perro. Quitar las hojas secas de las plantas. Bañar al perro y a la gata (Justina sí se baña). Guardar triques de antaño. Pintar (con brocha gorda). Armar muebles. Colgar cuadros. Atornillar cosas. Hacer reparaciones en casa (no, señor que no ha de ser nombrado, no es cosa sólo de hombres). Separar la basura. Llevar triques al centro de acopio. Cortar uñas (hasta al perro y a la gata). Pintar uñas (sobre todo si son ajenas). Ir al dentista. Viajar en camión. Ir al cine sola. Trabajar por amor al arte. Escanear fotos, documentos y demás. Ordenar los discos duros en carpetitas.
26 trapos o chanclas. Un suéter café que era de mi papá (odio el color café, pero amo ese suéter). Los zapatos negros estilo Mafalda. Los tenis de mantel (cuadritos y más cuadritos). El saco negro de muchos botones. El suéter de colcha (cuadritos por aquí, cuadritos por allá). Los tenis grises (los de correr). El vestido negro que le copié a Cristina Ricci. Las botas fucsia (de luchador, según Alan). El suéter de cobija (quesque boliviano, sabe). La falda negra con costuras diagonales. El saco negro cortito. El abrigo rojo “friégame la vista”. Los tenis verde limón. El suéter de guacamaya. Un capri rosa mexicano. La falda negra con cuadros blancos. El gorrito negro que tiene una rosa. El abrigo verde limón. Los zapatos rosa que le combinan a una de mis pulseras (y no, Justes, no los mandé hacer). Las botas negras (las de poli, según Giovanni). El suéter de perico (que no de cotorra, dice Cris). El rebozo rosa mexicano de Chapala (que no, Carlos, no es de Ralph Lauren). La falda negra con flores bordadas. La bufanda fucsia que parece boa de plumas. Una blusa verde tejida por mi mamá. Un pantalón verde seco que ahorita no me queda (snif snif).
26 cosas que hacen que la vida valga la pena. La música que me pone chinita. Abrir los ojos y ver por la ventana árboles y cielo. Caminar entre lluvia ligera. Tomar fotos. Encontrar grandes amigos (y amores) en lugares no imaginados. Cantar a grito abierto. Respirar aire (medianamente) puro. Echarme en el balcón a tomar el sol. Que Gupy (mi perro) salte emocionado cada vez que me ve. Que Justina (mi gata) decida regresar a dormir a mis pies. Que un libro me diga tanto de mí. Tomar un frapuchino. Los hermosos atardeceres que se ven desde mi balcón. Sonreír bajo el influjo de los planes. Sonreír bajo el influjo del recuerdo. Salir a tomar café. Reír hasta que duela la panza. Que una película me haga pedazos. Vagar. Ver que los cerros reverdecen.Tomar un vino tinto. Tener la mamá que tengo (mucho más que una madre, dicho sea de paso). Que las vacas sagradas sean tan sencillas. Que El Cafecito subsista y más cafeinómanos se sumen. Que se construyan nuevas ilusiones. Ver la luna de noche desde la ventana.
26 viajes que quiero hacer. La Rumorosa. Barrancas del cobre. Mérida. Izamal. Cuetzalan. Huamantla. Taxco. Maruata. Comala. Atenas. Creta. Bogotá. Cartagena. São Paulo. Fortaleza. Porto Alegre. Puerto Iguazú. Bariloche. Buenos Aires. Córdoba (Arg). Viena. Copenhague. Sydney. Miyajima. Tokio. Petra.
26 libros que quiero leer. 2001 Odisea en el espacio, Arthur C. Clarke. Baudolino, Umberto Eco. Canto dos malditos, Austregésilo Carranco Bueno. Clarinda, Vicki Baum. Cuentodisea, Luis Buero. Diario de una escritora, Virginia Woolf. El diario de un gato asesino, Anne Fine. El enmascarado de lata, Vivian Manssur. El episodio perdido, Juan Manuel Aurrecoechea. El materialismo histérico, Xavier Velasco. El mono desnudo, Desmond Morris. En qué creen los que no creen, Umberto Eco. Esculpir el tiempo, Andrei Tarkovsky. Fahrenheit 451, Ray Bradbury. Hombres que no tuvieron monumento, José Luis Justes Amador. La guerra de las imágenes, Serge Gruzinsky. La naranja mecánica, Anthony Burgess. La piel del cielo, Elena Poniatowska. Las batallas en el desierto, José Emilio Pacheco. Príncipes y medias lunas, Luis Buero. Sin tetas no hay paraíso, Gustavo Bolívar. Sor Juana Inés de la Cruz o las trampas de la fe, Octavio Paz. The chronicles of Narnia, CS Lewis. Último round, Julio Cortázar. Zoom, Istvan Banyai. Re-zoom, Istvan Banyai.
26 películas que quiero ver. 25 grados en invierno, Stéphane Vuillet. Ararat, Atom Egoyan. Ashes of time, Wong Kar-wai. Barry Lyndon, Stanley Kubrick. De la vida de las marionetas, Ingmar Bergman. Del olvido al no me acuerdo, Juan Carlos Rulfo. El abuelo Cheno y otras historias, Juan Carlos Rulfo. El crucero, Juan Carlos Rulfo. El cubo, Vicenzo Natali. El cubo 2: hipercubo, Andrej Sekuta. El ensayo de orquesta, Federico Fellini. El grillo feliz, Walbercy Ribas. El violín, Francisco Vargas Quevedo. La historia del camello que llora, Luigi Falorni y Byambasuren Davaa. La noche, Michelangelo Antonioni. Luna papá, Bakhtiyar Khudojnazarou. Morirse en domingo, Daniel Gruener. Mummy’s war, Carol Thatcher. Novia que te vea, Guita Schyfter. Otaola o la república del exilio, Raúl Busteros. Paisaje en la niebla, Theo Angelopoulos. París, Clara y yo, Arnaud Viard. Por si no te vuelvo a ver, Juan Pablo Villaseñor. Septiembre, Woody Allen. Sombras y niebla, Woody Allen. Vodka limón, Hiner Saleem.
26 cosas que quiero hacer. Tirolesa. Rappel. Viajar en globo. Aprender a tocar el piano. Aprender alemán (sé dos palabras, o sea, nada). Aprender a hablar francés (leo poquito). Aprender a hablar italiano (también leo poquito). Aprender a hablar bien portugués (leo muchito). Aprender a nadar decentemente (y no como pato). Regresar al gym. Volver a pueblear por Michoacán y por otros lugares de México. En Michoacán, escalar en las calles de Janitzio y subir al mirador (y dejar otros cinco kilos ahí). Pasar un fin de semana en el Hotelito Desconocido. Ir de mochilazo a Europa. Aprender a circular en bici por las calles (sin morir en el intento). Ver un clásico Chivas-América en el estadio (de veras, nunca he estado en uno). Tener un jardín enorme. Tener un labrador y un dálmata. Tirarme un día completo en el balcón a tomar el sol, sin pendientes. Pintar un mural en mi casa. Enmarcar lo rescatable de lo que he fotografiado y pintado. Poner un albergue para animalitos “indigentes”. Volver a ir a la Cine Sala París (la última vez que fui, era yo una escuincla de ocho años y todavía exhibían cosas decentes). Producir tres cortos pendientes y un documental que no sé si es corto o largo (es el tuyo, Caro, tú dices cuándo). Rescatar cierto festival. Re-descubrir el DF, Guadalajara y Monterrey en plan de turista (no en plan funcional, como he hecho últimamente).
26 problemas sociales que me alteran. Agotamiento del modelo de partidos. Agotamiento del modelo legislativo. Bajo presupuesto para cultura (con todo y las mejoras). Burocracia ineficaz. Calentamiento global. Contaminación. Corrupción. Desempleo. Dinosaurios en los partidos. El olvido del pueblo en los intereses políticos. Exclusión. Falta de preparación de funcionarios públicos. Falta de visión a largo plazo. Impunidad. Inequidad de género y de clase. Manejo perverso de la memoria (o de la desmemoria). Mucha legislación y poca aplicación (y adecuación). Mucho adorno y poca sustancia. Mucho discurso y poca acción. No sé si sea la expresión más afortunada: depresión colectiva. Pésimos servicios de salud. Pobreza. Que en el mismo país viva el segundo hombre más rico del mundo (lo han desbancado del primer lugar) y ya no sé cuántos millones de pobres. Servicios básicos sin cubrir. Sobre-exposición mediática de funcionarios (con todo y su bonita reforma a la ley electoral). “Prioridades” para becas: desarrollo industrial y tecnológico (¿dónde queda lo social, administrativo y demás?).
26 sueños. (He de confesar que hice una lista y no son contables, o por comprometedores o por fumados, así que se cancela este campo).
26 es mi talla de zapatos (lo sé, patona soy).
26 inviernos han pasado desde que nací.
el sol sí regresa
Justi regresó
jueves, diciembre 20, 2007
pensar em você
que muda o dia
minha alegria dá pra ver
não dá pra esconder
nem quero pensar se é certo querer
o que vou lhe dizer.
Um beijo seu
e eu vou só pensar em você.
penso em você.
Vontade de viver mais
em paz com o mundo e comigo.
penso em você.
Vontade de viver mais
em paz com o mundo e consigo.
miércoles, diciembre 19, 2007
cuatro años...
Hoy tengo que decirte, papá - Timbiriche 25
Hoy tengo que decirte, papá,
el tiempo nada cambiará,
estaremos siempre juntos
todo el tiempo, sin parar.
Hoy tengo que decirte, papá,
te quiero más que a nadie
y cuando estoy a tu lado
todo el miedo ya se va.
Y a veces, cuando llegas de noche,
y el sueño ya me venció,
estás junto a mí
y me miras dormir
y me siento tan feliz.
Voy a crecer a tu gran tamaño
y el mundo veré como tú,
te comprenderé mucho más y mejor
y la vida venceré.
Hoy tengo que decirte, papá,
te quiero más que a nadie
y cuando estoy a tu lado
todo el miedo ya se va.
Y a veces, cuando llegas de noche,
y el sueño ya me venció,
estás junto a mí
y me miras dormir
y me siento tan feliz.
Voy a crecer a tu gran tamaño
y el mundo veré como tú,
te comprenderé mucho más y mejor
y la vida venceré.
martes, diciembre 18, 2007
viaje relámpago en lunes
viernes, diciembre 14, 2007
media luna
En un capítulo más de mi retorno a las salas de cine, fui con Caro a ver Media luna (Niwemang) de Bahman Ghobadi. Íbamos con expectativas muy altas, lo anterior que habíamos visto de Ghobadi era Las tortugas pueden volar, que es una fregonería... y ahora, plop, todo iba bien hasta que sentimos que nos faltó película. Ya cuando una acción brinca y tiene que entrar algún personaje a explicar qué fue lo que pasó para que uno le entienda, me empieza a dar como alergia; y si hay más de tres explicaciones en una película, me altera, neta, me altera, me habla de una falta de dominio de lenguaje cinematográfico (aunque sea Ghobadi) y hago berrinche. Y eso ocurrió y no me hizo feliz.
Pero hay un momento, a media película, donde Mamo, el músico kurdo que viaja al Kurdistán Iraquí para dar un concierto tras 30 años de exilio, va en busca de Hesho, una voz privilegiada que vive confinada con más de mil mujeres. Cuando todas cantan, es mágico, he de confesar que me puse chinita. El video está en YouTube, pero no es igual de mágico que en la sala. Nada más por eso valieron la pena las casi dos horas.
a medio camino
miércoles, diciembre 12, 2007
programa nacional de cultura 2007-2012
remodelar... esto no se le puede hacer a un gato...

En fin, que en todo esto, la que se ha apropiado del papel de mártir es Justina, porque mover cosas, "eso no se le puede hacer a un gato", como diría la Szymborska.


de resignificaciones y otras maravillas

No me arrepiento de nada, como diría la Belli, no me arrepiento de lo que he sido, pero he de confesar que se me movió el piso en estos días y algunas cosas (pocas, pero grandes) se resignificaron. En fin, de las certezas a las preguntas y a una mentecilla retorcida que no deja de maquinar cosas extrañas. Y, entre tanto, soy muy feliz.
martes, diciembre 11, 2007
quemar las naves

"Un día me voy a ir y no volveré jamás...", así dice la canción de Quemar las naves, que se me pegó cañón.


No voy a anotar aquí la sinopsis, porque para contar cosas que pueden leer o ver directamente, pues mejor no, ¿edá? En palabras del director, se trata de "una invitación a vencer el miedo de quemar las naves para encontrar nuestra propia voz", cosa que me suena poquito a rollo de superación personal y creo que la película va más allá. En fin, si bien no es la mejor película que he visto en la vida, me gustó bastante, dos que tres cosas en la historia están de más y algunas quedan inconclusas, pero enloquecí con la fotografía y la dirección de arte, son la onda, igual que la música, me hicieron feliz como una lombriz. Eso de escuchar la voz de Eugenia León con "un día me voy a ir...", guau, me encantó.
Y lo mejor de todo es que está hecha en digital (y aquí va un saludo a quien hace casi cinco años me gritó hasta el cansancio que lo digital no es cine, y ahora estaba en primera fila entre los promotores de la presentación de Quemar las naves en Aguascalientes, ¿será que quemó sus propias naves?) y se ve fregón, se ve muy libre y demuestra que el cine es el lenguaje, no el formato (o dicho de otro modo, diríamos Caro y yo citando a dos clásicos, "lo que importa es contar historias a través de las imágenes en movimiento").
Quiero volver a ver Quemar las naves, me cae. Y quiero cantar, con una boa de plumas en el cuello, "un día me voy a iiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiir y no volveré jamásssssssssssssssssss".
domingo, diciembre 09, 2007
Blue-Blue & Do-Do

el café suyo de cada noche
viernes, diciembre 07, 2007
turista en casa
técnicas desesperadas para cerrar maletas
de ñoñez, tequila y vino tinto... y de la banda sonora para la ñoñez...
En el momento que la desesperación crecía: Mission imposible
En la histeria total: el tema principal de Réquiem por un sueño
En el “ya merito” (o lo que es lo mismo, cuando sólo faltaban las conclusiones del trabajo de políticas culturales): Carros de fuego
En el relax, cuando terminé (uno, que aún me falta otro): Vendrán lluvias suaves de Austin TV
¿Qué fue primero: el huevo o la gallina, la banda sonora o el estado de ánimo?
domingo, diciembre 02, 2007
viaje al centro de la FIL

Decidí ir en jueves por la mañana para evitar las multitudes vespertinas. ¡Error! Había visitas de escuelas, multitudes que avanzaban y envolvían cual mancha voraz a los entes solitarios (como yo). Fue así que llegué al stand de una editorial de ondas de esoterismo y superación personal que, del asco que me dio, me hizo reaccionar, así que a partir de entonces me puse las pilas e hice uso de codos, cadera y miradas matadoras para evitar ser arrastrada por la multitud o bien para llegar a donde yo quería llegar.
He de confesar que no encontré lo que buscaba, pero encontré lo que no buscaba y me hizo feliz. Después de dar vueltas en tiempo récord por enemil stands y recordar lo que me contó un día Carlos Villa que le dijo Arreola alguna vez en la FIL sobre los miles de libros que una persona no alcanza a leer ni dedicándose exclusivamente a leer de por vida y ponerme poquito amarguetas porque ni los miles de títulos garantizan que se pueda encontrar todo lo que se busca... ¡sorpresa!, hice escala en el stand de la Universidad del Claustro de Sor Juana y me topé de frente con un libro (que presentaron el sábado) que ni mandado hacer para mi tesis, lo abrí y la primera línea de la introducción es casi idéntica a mi pregunta de investigación... me cae que me hizo el día.
Por cierto, que el stand del Fondo fue premiado como el mejor en la categoría platino. Estaba monísimo.
Y el stand especial de Colombia estaba divino también, me quedé con las ganas de un rebocito verde, pero ya andaba yo muy pobre para esas horas. Dicen los de promoción turística que de Colombia, el riesgo es que te quieras quedar. Iré, iré... por ahí del 2009 que cesen mis gastos de maestría, ja ja... pero iré.
tantas cosas que contar
señores Blue
cómo llegar a la boda de unos amigos y no morir en el intento
Llegaron los novios, con caras radiantes y rete harto amortz, tanto que hasta les salía por los poros.
Empezó la ceremonia, sencilla, hermosa, emotiva, con la homilía más bonita que he escuchado, vaya, Corintios es la onda para las bodas, pero unas homilías salen más lindas que otras (entendiendo por lindo no lo meramente sentimentaloide, sino lo profundo). Y esa referencia al regreso de Maritza y Armando a esa capilla, por ahí del 2057, con hijos y nietos, a celebrar sus bodas de oro y confirmar el amor que se tienen fue... guau, sigo impactada.
Luego, las promesas, el intercambio de anillos y arras, el peso del lazo, las miradas cómplices y las sonrisas nerviosas, la paz, la comunión, la bendición, la salida como esposos, el ataque a los novios con pétalos de rosas, los abrazos... todo hizo que el día valiera la pena.
De intermedio, para mí, un encuentro no del todo planeado, pero hermoso, espontáneo.
Y después, una fiesta genial, unos novios felices, con amigos y parientes encantados de compartir con ellos (ustedes) el momento, canapés que cayeron de perlas al final de un día sin comer, vino tinto delicioso que no acabé de tomar por temor a que el escaso contenido de alcohol hiciera estragos en mi cuerpecillo debilucho, música que no bailé porque me dolían los pies y moría del cansancio acumulado (aquí es claro que se apareció una Dorix quejumbrosa).
Más tarde, la fuga, cual Cenicienta, para llegar antes de la medianoche a abordar una calabaza gris con azul que me llevó de regreso a la que alguna vez fue la tierra de la gente buena.