domingo, diciembre 30, 2007

memoria

Mis ojos están cansados, se han secado de tanto leer y tanto escribir en estos días. Y se han humedecido al ver esa foto donde esa cara contempla el horizonte, con esos ojos grises tan chiquitos, pero tan profundos. "La historia pasa, usted se quedó para siempre", dice Christopher de su abuela; lo mismo digo yo de mi papá... se ha ido y a la vez se ha quedado... y no me resigno a pensar que está en esa gaveta (ironías de la vida, hasta muerto tengo que voltear hacia arriba para encontrarlo), ahí deben quedar sólo los huesos y no sé en qué condiciones, pero Luis, mi papá, el de los ojitos grises, debe andar por todos lados, contemplando paisajes como siempre... y tal vez verá que a esta hija suya no se le acaba el tsunami de emociones y de oportunidades y de incertidumbres y de todo... y tal vez sabrá que esta mujer fuerte que muchos ven (que también veo) a veces se quiebra y se hace chiquita y espera encontrar los ojos grises atrás del periódico y la voz que diga "¿de qué te apuras?" y la sonrisa discreta. Y de mis ojos llueve. Y llueve mucho. Y una sonrisa emerge en mí cuando pienso que la memoria se hace presencia... y que para mí siempre será presencia, porque "yo soy tu sangre, mi viejo".

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