viernes, enero 25, 2008

bobadas de tarde de jueves

Estaba yo alegremente en el salón, leyendo en el programa de Proyecto de tesis II: "no se permiten celulares". Como la alumna linda y respetuosa que a veces soy, extendí la mano para buscar el celular en la bolsa y ponerlo en silencio y... plop, la bolsa no estaba colgada de la silla... y tampoco en el piso ni en las mesas ni en otro lugar. Ahí sí me entró la paranoia, yo nunca suelto mi bolsa y recordaba perfecto que la traía colgada, aunque Eugenio me decía que no, que cuando nos encontramos en el edificio y nos dirigimos al salón, no la traía. ¡Susto! Corrí entonces a la banquita donde estuvimos antes y nada. Subí de golpe los tres pisos para llegar a la salita donde estuve antes y nada, tampoco ahí estaba. Ni en los pasillos, ni en las escaleras, tampoco en el elevador. Y mientras iba de regreso a la planta baja pensando si sería más conveniente preguntar a un vigilante o pedir prestado un celular para marcarme y ver dónde sonaba el mío, la sonora vocecilla de María Martha dando clase me hizo voltear hacia el salón donde estaba ella con todos sus atentos pupilos y, ¡oh, sorpresa!, en la orillita de una mesa, a menos de un metro de la puerta, estaba estratégicamente colocada, reluciente y casi diciendo "ven ven", mi bolsa extraviada. Entré en silencio por ella y todos gritaron "¡ay, Doris!", porque resulta que ni ellos sabían que era mía, llegó ahí porque un itesiano angelical que iba pasando vio la bolsa tirada y entró al salón a preguntar si alguien la había olvidado... y nadie. Y quesque Karina dijo que tal vez era mía y todo mundo le dijo que no, que yo solía usar bolsas poquito más grandes. Como sea, he aquí la historia de cómo mi bolsa regresó a mí (porque la historia de cómo fue abandonada no la sé, ni cuenta me di).

3 comentarios:

Tramontana dijo...

Ay Dorix! Esa era una de mis pesadillas recurrentes: perder mi bolsa. Qué bueno que la encontraste pero ahora tienes que pensar o inventar la otra historia, la de cómo la perdiste.

Dorix dijo...

Lo que recuerdo de la escala en esa banquita fue que estaba descubriendo un libro pirata (pero no tanto) que traía Eugene. Tal vez fue tanta mi sorpresa que solté la bolsa. No sé, es hora que no me lo puedo explicar.

Unknown dijo...

¡Enhorabuena! Por encontrar tu bolsa y la lección. Creo que tú no te merecías perder la bolsa, pero quizá sí aprender una lección sobre tu mente y sus propias disertaciones. Un beso y no seas despistada.