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En menos de dos semanas se cumplirán seis años desde que mi papá murió. Nunca, hasta este sábado, había valorado tanto el tiempo que tuve para despedirme de él... o más bien, para despedirse de mí. Yo no fui capaz de articular palabra, él sí, con gran serenidad fue diciendo "adiós" en pausas, en cinco semanas: un día me pidió que le avisara a sus otros hijos que ya se iba; después me dio indicaciones sobre el funeral (decidió hasta con qué ropa se quería ir); en algún momento me pidió que me cuidara, porque mi palidez extrema empezaba a asustarle, "hasta parece que la moribunda eres tú", me dijo; el último día fue tan doloroso como bello, me contó fragmentos de su vida que parecían insignificantes, pero que al final tenían sentido; más tarde dijo que se iba y cerró los ojos.
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A distancia creo que veo un papá distinto al que vi en su momento. Donde me parecía un tipo duro, veo que me enseñó a decidir; donde me parecía un papá sobre-protector, veo que me dio más libertad de la que alcancé a ver; donde alguna vez lo vi tantito insensible, veo que era práctico y que le gustaba ser protagonista de su propia vida. A distancia recuerdo su claridad mental y quisiera tenerla, igual que su capacidad para administrar el tiempo y el dinero, sus extrañas costumbres de sacar viajes de la nada ("tengo ganas de ir a Guanajuato, ¿qué tal si empacamos y salimos en dos horas?"), sus pequeños placeres con los viajes y la comida y los periódicos de todos lados y más. A distancia veo que la ausencia no es tal, mientras viva la memoria.
2 comentarios:
Este me entró hasta la más profunda de mis entrañas. You know why.
I know. Un abrazo desde este lado de la pantalla.
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