domingo, diciembre 09, 2007

el café suyo de cada noche

El mundo dejaba de existir todos los días por ahí de las 8 de la noche, el olor a café invadía cada rincón de la casa y mis papás invadían la cocina para tomar su cafecito y hablar y hablar y hablar y hablar (he de confesar que mi mamá siempre habló más). Y cuando estaban enojados, no hablaban, pero igual tomaban su cafecito. Alguna vez pensé que era taaaaaan rutinario, pero en algún momento de mi vida entendí que era mucho más que rutina y mucho más que un par de tazas de café y una conversación eterna, era su espacio y ellos eran lo único que existía en ese espacio. Así fue por casi 24 años, mi papá murió y mi mamá ha bajado considerablemente sus dosis de café, pero qué bonito fue y qué bonito es pensar en las dos tazas de café que contenían mucho más que café. Tal vez de ahí viene mi obsesión por el café. Y es claro que de ahí viene mi costumbre de regalar tazas a algunos de mis amigos cuando se casan; recuerdo haber regalado su par de tazas a Lupita y Rolando, Lula y Abraham, Carmen y Alex y hace pocos días a los señores Blue (menos conocidos como Maritza y Armando); recuerdo haber recalcado que el regalo es incompleto, van las tazas, a veces el café, pero que el mundo se detenga un rato cada noche, que nunca dejen de hablar... eso depende de los casados. Y si eso es una fórmula para la felicidad, no sé, pero en el trabajo etnográfico involuntario que hice durante algo así como 22 años de mi vida, puedo concluir que sí, el café suyo de cada noche fue un factor determinante para estar juntos tantos años.

2 comentarios:

Tramontana dijo...

Que linda historia.

Y que lindo regalo, tan significativo. Me contaba mi socio uruguayo de lo que es el tomar mate con su pareja por las mañanas. Como la matera se comparte se tienen que sentar a tomar mate uno frente al otro, dice que es un momento muy íntimo y así lo creo.

Dorix dijo...

Sí, soy de la idea de que en los miles de momentos del día a día se supera lo espectacular.