lunes, septiembre 19, 2005

anécdotas curiosas de un viaje relámpago de domingo al pueblo de María Ynés

Tras cinco semanas de trabajo más que arduo (más todavía que en los demás meses recientes), levantarse a las 5 de la mañana es traumático.

Desayunar una barra de cereal al tiempo que se contempla un paisaje hermoso desde la ventana de un Ómnibus de México es genial, pero algo tenía que arruinar el momento, claro, y el encargado fue un jugo que venía en tetra pack y sabía horrible horrible horriblototote, como a naranjas podridas... yo que estoy acostumbrada al jugo hecho en casa, no lo pude soportar.

Pasajeros que iban en el camión en la segunda parte del recorrido: una pareja de viejitos hablando de lo descuidados que están los monumentos que hay en el Cerro de la Bufa en Zacatecas; otra pareja de viejitos en el quinto sueño; un niño lloriqueando con su mamá; y una huicholita que iba sola, perfectamente ataviada al estilo huichol, super bien maquillada y... comiendo unos Ruffles, caray, que manera de romper con el cuadro.

Ver a María Ynés, jugar con ella y escuchar cómo se expresa de la manera más propia a sus dos añitos, es justo lo que necesitaba para escapar de las tensiones. Esa niña es hermosa (fotos mañana) y todo lo que hace me recuerda a mí... a la pequeña le obsesiona el orden, le gusta la música, también los libros, defiende a los animales, pone caras y grita cuando se enoja, a veces hasta tira patadas, habla mucho por teléfono (y mantiene conversaciones perfectamente coherentes), le encanta el fucsia y últimamente también el verde limón (no sé qué me recuerda eso), le gusta que le tomen fotos, comer pollo la hace feliz, corta florecitas para regalarle a la gente que quiere, juega futbol, tiene ojos grandotes, no permite que otros decidan por ella, no le gusta que sus primitos ensucien o destruyan sus juguetes, es hiperactiva... caray, qué más puedo decir.

En la tarde, fuimos a San José de los Márquez, la tierra de mi mamá. El río estaba maravilloso (próximamente las fotos) y estar ahí fue el relax total.

Y en el regreso, más anécdotas curiosas... ni a mi mamá ni a mí se nos ocurrió pensar que este domingo era fin de puente, así que compramos nuestros boletos para regresar en el último Ómnibus... y venía lleno... y quienes subimos en aquel pueblo que por poco ni aparece en el mapa, teníamos que ir paraditos, como si fuéramos en cualquier camión urbano... claro que Super Dorix, rápidamente, se apropió de un banquito y se sentó en primera fila a contemplar la carretera... y con la luna que se puso redondota como una pelotota y los árboles a un lado y otro, la carretera se veía espectacular... claro, algo más tenía que interrumpir el momento y fue una manada de perros que intentaban cruzar la carretera, entonces, yo empecé a gritar para que no los atropellaran (casi soy de la Protectora de Animales), ante las miradas como de "que loca" del chofer, su ayudante y un chavo guapetón y buenón que iba ahí... y de fondo, la risa burlona de mi mamá.

Así fue mi viajecito relámpago. Fue divertido. Heme aquí de regreso.

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