sábado, enero 08, 2011

los dueños de los libros...

De cierto tiempo hacia acá, me gusta ver las huellas de la gente, a través de las notas dejadas en los libros. Lo impecable parece que no fue usado, mientras que los garabatos dejan ver que alguien ha pasado por ahí.

Hace tiempo alguien que fue muy importante en mi vida me regaló Las Cosmicómicas, de Italo Calvino, con algunos rayones en las hojas; sus huellas. Por esas fechas, me extasié con los intentos de traducción de las runas, que alguien registró en El hobbit, en un ejemplar de una biblioteca. Las veces que he comprado libros usados he buscado hasta el cansancio algo que me diga quiénes fueron los dueños de esos libros, casi nunca encuentro señales, pero hoy sí... para empezar, mi bonito (y semi-amarillo) ejemplar de El catecismo electrónico y el futuro del mono semiótico, de Felipe Martínez Rizo, parece que perteneció antes a Alberto Viveros (ja, hidrocálidos, se morían por saberlo).

Y El desfile del amor, de Sergio Pitol, perteneció a Gabriela... no sé quién es Gabriela, pero tomó un taller de narrativa con el propio Pitol, de hecho el libro está autografiado por él.

Puedo imaginar muchas cosas sobre cómo fue que ambos libros fueron al dar a la librería de usado. El primero da la impresión de haber sido un libro que el dueño usó en la universidad y que, tal vez en alguna mudanza, dejó de tener un lugar seguro en un librero. El segundo, no sé, ¿lo habrá regalado a alguien a quien no le importó?, ¿lo habrá heredado?, ¿se lo habrán robado? La duda me carcome.

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