Nunca había entrado a presión en el tren ligero, pero siempre hay una primera vez. Confieso que no fue mi decisión, a decir verdad, me burlé de quienes hicieron lo mismo unos minutos antes y decidí esperar el siguiente. Cuando llegó, éramos relativamente pocos los que estábamos ahí... pero no contábamos con la marabunta que llegó de la otra línea y empujó y empujó y empujó hasta que todos entraron. De pronto, me vi embarrada a un señor cincuentón, con camisa de gobierno. Solté mi maletita y jamás llegó al suelo. Preferí tomarlo con humor. ¿Qué más?
Entre eso y la comilona en el Scratch do ouro, fue un día cómico-mágico-musical.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario