martes, junio 28, 2005

un largo fin y un largo post

Heme aquí, de regreso, luego de un largo fin de semana.
Entre el trabajo y otras actividades, he tenido jornadas francamente agotadoras, pero muy satisfactorias, porque eso de andar de un lado para otro y estar ocupada de 7 am a 11 pm, me ha dejado en calidad de trapo. Eso sí, estoy contenta y me encanta hacer lo que hago, trátese de cubrir el Torneo de Ajedrez de los pequeños de los colegios o estar en el concurso de los Hijos de Adán, ir a la ordenación sacerdotal de Benjas, de compras con mi mamá, de visita con Cuqui & Jaime (mis parientes zacatecanos), comer con Molly & Misael (que alguna vez fueron mis alumnos en el Tec de Mty en Zacatecas) o lo que resulte.
Por cierto, el viajecito a Zacatecas me recordó mucho a mi papá; siempre lo recuerdo, pero ir a su tierra trae más recuerdos aún. A él le gustaba mucho ir a La Bufa y, cuando yo era chiquita, me daba muchísima flojera acompañarlo, pero lo hacía; después le tomé cariño a La Bufa, a la Virgen del Patrocinio, al Museo de la Revolución, a lo hermosa que se ve la ciudad desde las alturas y, sobre todo, al día nublado que estuvimos ahí los tres (mi papá, mi mamá y yo) juntos por última vez. También vi el Acrópolis, ahí comimos esa última vez que fuimos los tres a Zacatecas, fue muy divertido.
Aunque para escenas divertidas con mi papá, la vez que le regalaron una botella de mezcal de Huejuquilla; y yo, que ya me había instruido en el arte de beber, con tequila, vodka, whisky y brandy, creí que el mezcal sería cosa de nada y lo probé; minutos depués, mi papá reía porque yo no podía contestarle qué me pasaba, tenía la lengua dormida y emitía, a mis 19 años, sonidos comparables con los que hacía cuando era una bebé de 3 meses.
Mi mamá es lo máximo también. Que divertida nos dimos cuando le dio por cantar "las piedras rodantes" en plena calle, en Guanajuato, de madrugada.
O cuando nos equivocamos de camión y tomamos el Ómnibus que iba de Zacatecas a Guadalajara por la vía corta, en vez del que va también de Zacatecas a Guadalajara pero con escala aquí, en Aguascalientes.
También cuando azotamos en público (frente a la casa de Flavio, por cierto) el día que nevó aquí, en Aguas, donde no estamos acostumbrados a la nieve ni a lo resbaloso del piso congelado.
En fin, tengo mucho que contarle a mis nietos, si algún día llego a tenerlos.

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