martes, mayo 10, 2011

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"Dorix, estás bien caliente", me dijo. Iba a preguntarle en que momento cruzamos la delgada línea, cuando agregó "tienes fiebre". Ahora me da risa la forma en que me di cuenta ayer de que tenía fiebre; pero en ese momento, me asusté mucho al conectar síntomas... fiebre, el dolor de cabeza que tenía en la clase de solfeo, el dolor en las articulaciones que comenzaba a sentir... ¿acaso tanto burlarme de la influenza la había lanzado justo a mi cuerpecillo? Al final de cuentas, no fue influenza y tampoco un resfriado, sino salmonelosis.

Por cierto, vaya día de las madres que pasó la mía, en vez de ir a festejar como Dios manda, pasó la noche en la neura porque la fiebre de su nenita aumentaba minuto a minuto.

Como sea, ya me siento mejor, pero debo liberar mis odios. Odio la cama, odio el dopaje vil, odio la dieta blanda (espero que esta última, así como hace estragos con mi paciencia, haga maravillas con mi muy traqueteada figura).

¿Un día con salmonelosis será lo suficientemente memorable para esta cuenta regresiva?

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