domingo, septiembre 11, 2011

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La vida nunca deja de sorprendernos. Volver a intercambiar palabras (virtuales, pero palabras al fin) con alguien que creí perdido me ha sorprendido gratamente. Tal vez las cosas fueron menos graves de lo que pensé. Tal vez hay remedio para los deschongues. Tal vez lo complicado es aceptar cosas que una no quiere aceptar. Tal vez las malditas preguntas tipo "¿dónde está nuestro error sin solución?, ¿fuiste tú el culpable o lo fui yo?" orillan a una a pensar una serie de hipótesis, algunas más descabelladas que otras. Tal vez la clave del asunto está en la misma canción de Alaska y Dinarama: "qué difícil es pedir perdón". Tal vez todo se ve diferente cuando la conciencia ha quedado tranquila. En fin, la vida nunca deja de sorprendernos. Quizá por eso vale la pena vivirla.


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