miércoles, septiembre 28, 2011

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Odio a los reputísimos taxistas de la central tapatía. Odio que, a cierta hora de la noche, ya no está el módulo para comprar boletos de taxis y quede uno a merced de lo que se les ocurra cobrar. Odio que mi más enjundioso berrinche sólo haya servido para "bajar el precio" de $190 a $150, cuando el precio justo es de $125. Odio viajar con una sensación extraña, como si presintiera algo.

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