lunes, julio 04, 2011

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La pista, el aire, el cielo nublado, los árboles, el ruido de la gente que camina ensimismada, las dos horas... todo invita a pensar lo mismo en intrascendencias que en maravillas. Entre tanto, pensé en lo mucho que negamos para poder salir a flote o, si he de ponerme autobiográfica (como si no lo hiciera siempre), en lo mucho que he negado (como en este episodio de Grey's anatomy). A veces niego rotundamente que algo me duele, aunque me duela; a veces niego que algo me importa, aunque le dedique más atención de la absolutamente necesaria; a veces niego las razones reales de mis actos, aunque siempre las termine confesando. En fin, ya lo había dicho en otro post, cualquier esfuerzo mío por negar algo, es absurdo; no sé fingir (no lo suficiente), soy demasiado transparente; mi cara, mis manos y mis letras siempre dejan ver dónde carambas está mi atención, qué me molesta, qué me fascina, cuándo me cuesta decir algo. Es peor que traer colgando actualizaciones de Twitter y Facebook, ja. Por cierto, ¿será que esta tarde, mientras esquivaba perros y dueños de los perros y niños en la pista, se dibujaba un letrero sobre mi cabeza que decía "no me hablen, estoy pensando"?

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