sábado, julio 30, 2011

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No me gustan los hospitales, jamás me han gustado. Como sea, me aventuré a entrar a un hospital público, porque necesitaba una radiografía para un trámite absurdo. Primero me enfrenté al caos "hospitalario": "esta puerta está cerrada, entre por Urgencias", "vaya a Radiología", "¿no pagó?, debió ir primero a Cajas", "no me coincide la cantidad que dice su universidad, vaya a Trabajo Social", "regrese a Cajas", "¿quería factura?, voy a tener que volver a tomar sus datos", "ahora sí vaya a Radiología", "ya tengo sus datos, espere ahí y yo le hablo". Después, me enfrenté a la invasión del dolor y la angustia que se respira en esos lugares; al estar Radiología tan cerquita de Urgencias, compartí la sala de espera con familiares de los pacientes de esta área. Una mujer caminaba de un lado a otro, suspiraba insistentemente y estaba a punto de llorar, era evidente que necesitaba alguien con quien hablar, ahí estaba yo, pero me quedé sin habla, ¿qué podía decirle?, hay situaciones para las que no hay palabras. Unos hombres se preguntaban por qué tardaban tanto con noticias. Otras mujeres llevaban a la abuelita que necesitaba "curaciones". Una más hundía la cabeza en la capilla, en busca de algún rastro de esperanza. Yo sólo esperaba mi turno, mientras mataba el tiempo leyendo a Murakami y tomando notas en Evernote. Cuando por fin tuve mi placa y pude salir, me topé con dos mujeres más, que lloraban abrazadas frente al hospital y con rostros desencajados frente a las funerarias que están metros adelante. Cuánto dolor hay en esos lugares. Tal vez por eso no me gustan los hospitales.

2 comentarios:

Tony Valderrama dijo...

Y hay cosas peores. En el pueblo donde crecí de niño había un hospital o sanatorio ubicado en el segundo piso de un edificio. La planta baja era una funeraria...

A mi tampoco me gustan los hospitales... tal vez sea porque en mi vide he transitado por ellos una y otra vez... recuerdos de dolor y tristeza, aunque también alguna historia de esperanza, lo cual es lo único que mantiene vivos a algunos de lo que estábamos allí.

Dorix dijo...

Cierto, junto al dolor, la esperanza.